Cine Íberoamericano. México, Argentina y Brasil.
Destaca por las infraestructuras importantes, así como figuras de renombre (entre las que destacan extranjeros afincados en esos países)
México
En este país se disfrutan las comedias disparatadas, entre las que destaca El bolero de Raquel del director Mario Moreno “Cantinflas”.
En la industria cinematográfica de este país ocupa un lugar privilegiado Emilio “Indio” Fernández” (olvidado por las nuevas generaciones al amparo del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, 1964).
En 1950, la producción Mexicana alcanza los 121 films y la Argentina 57.En este año se produce también la sensacional reaparición en México de Luis Buñuel, Los olvidados (1950). Que Buñuel no ha roto con el surrealismo se hace evidente en Subida al cielo (1951). Después prosigue con su línea inconformista, saludablemente perturbadora y personalísima, con El bruto (1952), Robinson Crusoe (1952), y el extraordinario examen de un caso de paranoia en Él (1952) y Ensayo de un crimen (1955, comedia surrealista).
Otro exiliado español que enriquece el cine mexicano es Carlos Velo, que procede del campo del documental y colabora en la realización de Raíces(1955), de Benito Alazraki y realiza Torero(1956).
Argentina
Es un país muy influenciado por las corrientes y los pensamientos europeos.
Entre sus directores destaca Leopoldo Torre Nilsson casado con la escritora Beatriz Guido, que era una colaboradora en sus películas. Destaca con La casa del ángel (1957), (gracias a la cual fue labrando su fama) donde relata la pérdida de inocencia de una adolescente de alta burguesía. Con esta película consiguió gran impacto en Europa en el festival de Cannes y de San Sebastián.
Este director destaca por su capacidad psicológica, su sentido de la moral y la influencia de creadores europeos, todo esto le ayuda a analizar a la burguesía de su país, lo que es su principal seña de identidad.
Brasil
Es mostrado siempre como el país de la esperanza
Orfeu negro (1959) del francés Marcel Camus (basado en la obra de Vinicius de Moraes Orfeu do Carnaval) es una de las obras que muestra una visión atractiva de Brasil y ayuda a ver el positivismo en su sociedad y modos de vida.
Entre sus directores en esta época destaca Nelson Pereira dos Santos, es considerado el “alma mater” del joven y revulsivo nuevo cine brasileño. Destaca por sus aportaciones al realismo social con películas como, Río 40 Graus (1955), muestra un recorrido del lujo a la miseria de las favelas; y Río, zona norte (1957).
El cine brasileño también alcanza su mayoría de edad en esta época como el triunfo en Cannes de Cangaceiro (1953), de Lima Barreto.
Japón
El cine japonés, como el italiano, produjo su gran explosión artística después del final de la guerra. La censura militar había prohibido cualquier película que tratase de la bondad individual, de la libertad, o que hiciese un elogio del amor, ya que debían tratar de la guerra y el odio a los anglosajones, o de la victoria próxima; destruyendo así todas las películas y reduciendo las existencias del cine japonés en un 25%.
Calcando el modelo capitalista americano, el cine nipón se estructuró sobre cinco poderosas compañías (Schochiku,Toho, Daiei, Toei y Nikkatsu), y también como Norteamérica, la producción más avanzada estuvo financiada por grupos independientes, e incluso por los sindicatos obreros, estimulado especialmente por las violentas huelgas que de 1946 a 1949 agitaron la industria del cine japonés.
Una característica del cine japonés, y de directores como Kurosawa, es la violencia en sus imágenes. Se tiene la idea de un país sensible, de dibujantes y pintores de trazo delicado, pero también existe un Japón duro, cruel que llega al sadismo (así existe un cine pornográfico de extrema dureza). Un ejemplo de ese sentido de la violencia y el erotismo llevado al límite está en los mangas.
Es un cine en el que se adaptan las características y las temáticas occidentales.
Se adaptan los títulos japoneses a los géneros estadounidenses, por ejemplo, en el western se adaptó Los siete samurais (1954) de Akira Kurosawa convirtiéndose en Los siete magníficos de John Sturges.
Los cineastas japoneses destacan por el delicado sentido de la imagen, por una concepción narrativa propia y la plasmación de la tradición cultural.
En este país destacan tres grandes directores:
Kenji Mizoguchi, con grandes obras a su espalda, entre las que destacan:
La vida de Oharu, mujer galante (1952), en las que plasma la tradición y las convenciones de la sociedad japonesa del s.XVII. Con esta película consigue el premio internacional en Venecia.
Cuentos de la luna pálida de agosto (1953), en el que se ve el desconocimiento de las prioridades de la vida. León de Plata en Venecia
El intendente Sansho (1954), filme ejemplar sobre la injusticia, la opresión, el amor y la libertad. León de Plata en Venecia.
Teinosuke Kinugasa, destaca por el argumento histórico y el importante sentido de la estética, como muestra en La puerta del infierno (1953).
Yasujiro Ozu, exalta los valores familiares y el transcurrir del tiempo. Utiliza un estilo parsimonioso y una agudeza psicológica especial para el estudio de la personalidad del individuo. Entre sus obras destacan:
Los cuentos de Tokyo (1954), en la que muestra las relaciones familiares, la tradición en los mayores y la frialdad en los jóvenes.
Bueno días (Ôhayo, 1959), muestra la vida cotidiana, en donde los padres buscan salir adelante mientras los hijos solo quieren un televisor.
El director más conocido en occidente es Akira Kurosawa, mezcla su idea del cine con aportaciones de entender el medio provenientes de occidente. Es maestro de una generación, un punto de referencia en el cine.
Rashômon (1950), influye en la forma de contar historias en el cine. Narra el juicio al que someten varias personas a un bandido. Es una obra capital que consiguió gran expansión internacional. León de oro en Venecia, Oscar a mejor película extranjera.
Trono de sangre (1957), extrapolación de Macbeth al Japón medieval.
La fortaleza escondida (1958), un samurái tiene que proteger el viaje de un princesa por tierras enemigas.
Japón había producido en 1950 215 films, casi tantos como la producción de Italia, Inglaterra y Alemania sumadas, y su autor, Akira Kurosawa. Rashomon trata el problema del egoísmo y del subjetivismo. Kurosawa, cineasta de aliento poderoso, crea Nora inu (1949), Ikiru (1952), Hakuchi (1951) y Los siete samuráis (1954). Mientras Kurosawa tiende al estilo occidental, Kenji Mizoguchi impregna sus obras de cultura oriental, como en Saikaku Ichidai Onna (1952), Ugestsu Monogatari (1953) y Yokihi (1955).
En el cine japonés también destaca el director Masaki Kobayashi, que destaca por la trilogía La condición humana (1959-1969), que trata del pacifismo y el antibelicismo.
La figura más rompedora de este cine es Nagisa Oshima, que comienza a finales de los 50 con Asu no taiyo (1959), gracias a la cual tarda poco en alcanzar al gran público. Es un cine rompedor, duro, con frecuencia cargado de erotismo e incluso sexo explícito, influencia del escritor Ishihara Shintaro. Es un tipo de cine que exige fuerte concentración por parte del espectador para ser capaz de captar todos los grados del argumento.
Hacia 1950, la edad de oro, se publicó Rashomon (1950), de Akira Kurosawa. Japón había producido en este año 215 films, casi tantos como la producción de Italia, Inglaterra y Alemania sumadas, y su autor, Akira Kurosawa. Rashomon trata el problema del egoísmo y del subjetivismo. Kurosawa, cineasta de aliento poderoso, crea Nora inu (1949), Ikiru (1952), Hakuchi (1951) y Los siete samuráis (1954). Mientras Kurosawa tiende al estilo occidental, Kenji Mizoguchi impregna sus obras de cultura oriental, como en Saikaku Ichidai Onna (1952), Ugestsu Monogatari (1953) y Yokihi (1955).
Hay una gran variedad de cine japonés, con artistas como: Yasujiro Ozu, Satsuo Yamamoto, Kon Ichikawa y Masaki Kobayashi. Es un cine técnicamente tosco y estéticamente deleznable; y la formación de técnicos cinematográficos en el extranjero y el impacto neorrealista pudieron hacer concebir esperanzas a la vista de Do bigha zamin(1952), de Bimal Roy.
La revelación en Cannes de 1956 de Stayajit Ray, con Pather Panchali (1952-1955), demostró que aquel inmenso país contaba al menos con un creador de gran talla.
Canadá
Era otro país cinematográficamente estéril que ha cobijado desde 1941 al dibujante inglés Norman McLaren, discípulo de Len Lye que con inagotable espíritu de búsqueda va a ensanchar hasta límites despechados el campo de cine de animación con Blinkity Blank (1954), un prodigio de ingenio creador.Usa siluetas, formas abstractas, objetos y hasta figuras estereoscópicas como en sus películas tridimensionales Now is the Time (1951) y Around is around (1951).
India
Las películas no llegan a alcanzar el mercado occidental.
El gobierno busca acercar la producción de algunos países al espectador de las grandes ciudades, además de facilitar algunos rodajes de directores extranjeros. Esta producción en las grandes ciudades trae unas señas de identidad propias. Algunos directores son:
Raj Kapoor, Awara (1951)
Mehboob Khan, Madre India (Bharat Mata, 1957)
Bimal Royu, Madhumati (1958)
El mayor problema de este cine es que no trasciende más allá de unos pocos mercados.
El director más sobresaliente es Satyajit Ray, (es tenido en cuenta por su exotismo y personalidad), obtuvo más prestigio que fama, fue galardonado con un Oscar por su labor. Destaca porque asumía él mismo las funciones de músico y guionista en sus películas.
Tiene influencias del neorrealismo italiano. La obra que más destaca es una trilogía sustentada en la novela “Bibhutibhusan Banerji” (Pather Panchali (1955), Aparajito (1956), León de oro en Venecia; El mundo de Apu (1959)), en la que se muestran la sociedad y la cultura desde un punto de vista personal y original, donde la mirada es exploratoria y analítica, con grandes dosis de realismo y un fondo documental más allá del drama y la angustia que sirve de fondo al conjunto de la vida del personaje. Es un reflejo de la vida cotidiana en sus pequeños detalles con una cámara que contempla. Muestra las figuras dentro de un paisaje demoledor que ahoga las esperanzas.
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