El pesimismo es un rasgo común que domina a lo más vivo del cine americano de posguerra, sobre el que planea el espectro de la Guerra Fría y de la guerra de Corea. Fred Zinnemann realiza una trilogía sobre la herencia de la catástrofe bélica: Los ángeles perdidos, Hombres, y Teresa. Su mayor éxito fue Solo ante el peligro (1952), que demuestra la plena madurez del western psicológico. Sin embargo, alcanzó su prestigio máximo con De aquí a la eternidad. (1954).
Los condicionamientos de la industria son abrumadores y no deja a los estudios de Hollywood hacer un auténtico cine social. Los problemas colectivos se reducen a casos particularizados y aunque por estos años se hable de “neorrealismo americano” la verdad es que el cine americano aprovecha solo las calles y fachadas para autentificar sus dramas urbanos. Esta crisis del cine social se aprecia mejor en el desmantelamiento de la Escuela Documentalista de Nueva York.
Para entender globalmente lo que sucede debemos fijarnos en el marco socio-político de la época. La llegada de la Guerra Fría alentó un clima de intranquilidad y miedo debido al temor a la llegada de un gran cataclismo, debido en gran parte al espionaje entre las dos grandes potencias, EEUU y la URSS, lo que fue definitivo en las estrategias políticas, lanzándose tanto películas anticomunistas por un lado, como películas antiamericanas por el otro, pese a que en general fuesen producciones poco sólidas, simples y muchas carentes de sentido. Pese a todo, los creativos, así como numerosos grupos sociales e intelectuales, comienzan a mostrar posturas contrarias a la política bélica que se imponía de forma gubernamental. Un gran ejemplo sería Stanley Kubrick, quien se esforzaba por ser distinto al resto, contando además producciones muy controversiales. Un ejemplo de ellas sería Senderos de gloria de 1957, cuya historia se centraba en un consejo de guerra que condena, de forma injusta, al fusilamiento a un grupo de soldados.
En otros géneros también hay novedades. Tras el hongo de Hiroshima la ciencia ficción comienza a reclamar sus derechos, abriendo la serie Con destino a la luna (Irving Pichel). La comedia musical sufre una energética renovación cuando prescinde de los clásicos pretextos teatrales e introduce secuencias musicales con toda libertad y como continuación lógica de la acción. Algunas obras como ejemplo son Un día en Nueva York, Cantando bajo la lluvia (Stanley Donen y Gene Kelly) o Un Americano en París (Vincent Minnelli). El cine negro, de gánsteres, policíaco o el thriller ya tenían la consistencia necesaria para que la identificación de escenarios y personajes fuesen perfectamente reconocidas por los espectadores de los cincuenta y sesenta. El crimen organizado, la corrupción judicial y los vínculos establecidos entre la policía y otros grupos establecen un referente temático en estas producciones, así como también se busca en el pasado histórico para engrandecer a algunos personajes.
Por último, en el campo de los dibujos animados hay cambios con la revolución copernicana introducida en el género por Stephen Bosustow, quien organizó el grupo United Productions of America e impuso un estilo lineal y esquemático que revalorizó el color y la esencia del gag, con personajes muy originales: Gerald Mac Boeing Boeing, Mr. Magoo, etc.
Obra significativa de esta etapa:
- La ley del silencio (Elia Kazan, 1954).
Argumento: cuenta la vida de unos estibadores del puerto neoyorkino y su enfrentamiento con la organización sindical, de comportamiento mafioso, que controla el trabajo, exige una cuota a los trabajadores portuarios y monta huelgas para que los armadores paguen un porcentaje de la mercancía que se mueve en los muelles. Terry Malloy, antiguo boxeador, forma parte del sindicado y es fiel al presidente del mismo, Johnny el Simpático , porque le proporciona empleos cómodos. Al comienzo, Terry es testigo de cómo el sindicato utiliza métodos criminales y tira desde una azote a una joven estibador que iba a declarar ante el Comité Anticrimen, que en esos días está llamando a testigos para su investigación, y le hace ver al jefe que no está de acuerdo con esos procedimientos. La consigna que tienen los trabajadores obedece la ley del silencio “ no hacer preguntas y mucho menos contestarlas”.
La película es vista como un filme antiobrero en la medida en que quedan malparados los sindicatos portuarios y la propia representación del mundo del trabajo resulta bastante falsificada, ficticia, en cuanto presenta a los gánsters como los explotadores de los obreros… El orden establecidos para que nada supone algún tipo de transformación.
Desde el punto de vista formal, la realización de Kazan es eficaz, con una gran variedad de escenarios de carácter realista, una planificación ágil y una banda musical de Leonard Bernstein, que ya es un clásico del género. De hecho, hoy se puede ver La ley del silencio como una obra del cine negro en la que la trama obedece a uno de los ejes argumentales más utilizados: la lucha de un hombre contra una organización criminal y el papel que la mujer la cual ama en ese enfrentamiento.
El guion se basa en unos artículos sobre la corrupción sindical que causaron autentico escándalo. La productora tuvo que superar el tabú existente en Hollywood a abordar un tema de estas características.
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