Apogeo de Hollywood
Tras la Primera Guerra Mundial, se crean grandes estudios en la Costa Oeste, debido a varias condiciones, como que los terrenos eran más baratos, existía un menor peso de los sindicatos o que se presentaban unas mejores condiciones para el rodaje. La película que motiva que este sea el lugar donde se graba (Hollywood) y sirvió de reclamo para las productoras estadounidenses fue The Squaw Man, de Cecil B. DeMille (1914).
La industria del cine consigue situarse como la tercera más importante del país, sólo detrás de las de automóviles y de conservas; llegando incluso a la cotización en Bolsa de algunas grandes compañías, como Pathé y Fox. A este período de crecimiento y lucha por el control financiero se le conoce como Company eat Company. Es aquí cuando nace una poderosa asociación, la llamada Motion Picture Producers and Distributors of America Inc., que agrupaba las principales empresas.
El rápido crecimiento, sin embargo, acarrea una perjudicial consecuencia: los métodos de producción son completamente transformados. Crecen los presupuestos de las películas, por lo que producir una película se convierte en un riesgo. Nace así la práctica del block-booking impuesta por Zukor en 1914, con lo que las películas se estandarizan, usando temáticas parecidas, que ya habían tenido éxito anteriormente. De esta forma se puede dar salida a títulos menores.
Asimismo, nace el star-system para ayudar a suplir los crecientes presupuestos. Esto se convertirá en un arma de doble filo, pues no sólo supone la inflación publicitaria que se desea, sino también la salida a la luz de escándalos en el mundo de las estrellas, desde problemas con las drogas hasta asesinatos. Esto movilizará a los sectores católicos y puritanos de la sociedad y será redactado un código de normas morales, el Código Hays, realizado por Will Hays.
Películas importantes
Los cuatro jinetes del apocalipsis (1921), Rex Ingram.
El ladrón de Bagdad (1924), Raoul Walsh. Inspirada en las nuevas películas alemanas.
Ben-Hur (1926), Fred Niblo. Producida por la Metro-Goldwyn-Mayer, tuvo un presupuesto altísimo.
Los diez mandamientos (1923), El rey de reyes (1927) y Los diez mandamientos (nueva versión, 1956); Cecil B. DeMille. Aprovecha la popularidad de la Biblia para realizar dos películas basadas en ellas. En 1956, hace una nueva versión de la primera, aún más ostentosa que la primera.
Con el final de la Primera Guerra Mundial llegan los felices años 20, etapa de gran esplendor económico del país. El cine americano se impone en todo el mundo, respondiendo a un conformismo mental de fácil aceptación mundial. Las viejas ideas sobre el matrimonio, la virginidad y el adulterio se empiezan a revisar con el nacimiento del feminismo. Nacen las chicas It, con Clara Bow, representante de las transformaciones morales de la sociedad americana. Lucha contra el arquetipo de mujer sumisa y por la emancipación social y sexual de la mujer. Esto lo lleva a sus papeles en la gran pantalla, y después de ella aparecen más actrices que defenderán la misma postura. Así, se propone al público internacional el American way of life, una fórmula infalible compuesta por el lujo, el sexo y la aventura.
Aparece en medio de estas películas de escenas frívolas y lujosas Tol’able David (1921), de Henry King. Rodada casi íntegramente en exteriores en una aldea de Virginia, parece que el cine redescubre el aire libre y la realidad de la vida americana. Este realismo, cercano al de los clásicos americanos, ejercerá una importante influencia sobre Pudovkin.
El western, tras unos años de decadencia, se revitaliza con el éxito de La caravana de Oregón (1923) de James Cruze. Con esta película se redescubre totalmente el realismo de los escenarios naturales, ya que ninguna escena fue rodada en estudio. Del mismo director es Los jinetes del correo (1925), que sería también un éxito. Además, son importantes El caballo de hierro (1924) y Tres hombres malos (1926), ambas de John Ford, uno de los maestros del género western. Con esto, el clasicismo americano no está muerto y no ha desaparecido con los lujos y la locura de los años 20.
El género más exitoso es, no obstante, el cómico, una escuela nacida con las pantomimas de Mack Sennett. La llegada del cine sonoro será un duro golpe para esta escuela, pues acaba con toda su expresividad mímica. Uno de los actores más importantes es Buster Keaton, que aparece en el mundo del cine en 1917. Perfeccionista, prepara meticulosamente los gags de sus obras maestras: La ley de la hospitalidad (1923), El moderno Sherlock Holmes (1924), El navegante (1924) y El maquinista de la General (1926).
Nos encontramos también, en esta escuela, a Harry Langdon, que debuta en El hombre cañón (1926) a las órdenes de Frank Capra. Protagoniza al año siguiente otra película del mismo director, Sus primeros pantalones (1927). Su rostro infantil ayuda a fingir la inocencia siempre presente en sus papeles. Él será uno de los que no conseguirá sobrevivir a la llegada del cine sonoro.
A diferencia de Langdon, Harold Lloyd sí que resiste al cine sonoro. Llegó a ser uno de los cómicos más populares del país gracias a su caricaturesca imagen de la vitalidad y del optimismo americanos. Es también muy prolífico, pues rodó ciento sesenta cortometrajes y numerosos largometrajes tanto mudos (El hombre mosca, 1923) como sonoros (El pecado de Harold Diddlebock, 1947).
Pero entre todos estos cómicos, destaca uno: Charles Chaplin, que escribe, dirige e interpreta sus propias películas. Su primer largometraje verá la luz en 1921, El niño, con amargas pinceladas autobiográficas. Su personaje principal, interpretado por el mismo Chaplin, es un vagabundo, Charlot, que verá su vida complicada cuando adopte a un niño abandonado. Con esta película cambia su mundo cómico por uno más trágico. Los ociosos (1921), Día de paga (1922) y El peregrino (1922) pertenecen a su itinerario romántico-satírico. Este itinerario se interrumpe con Una mujer de París en 1923, la única película de su carrera no interpretada por él. Es considerada la primera película psicológica de la historia del cine y el primer estudio realista de costumbres. A pesar de todo, es recibida fríamente por el público, tanto por la ausencia del popular vagabundo como por la ambigüedad de los personajes, que quiebra la clásica dicotomía del bien y el mal. Tras este experimento, vuelve a su antiguo género con La quimera del oro (1925). El rodaje de su siguiente película, El circo (1927), será muy accidentado debido a los problemas que sufría en su vida privada. En Tiempos modernos, en 1936, escuchamos su voz por primera vez, y se adapta al cine sonoro legando una de sus obras maestras, El gran dictador de 1940.
En el Hollywood de esta época es difícil encontrar sinceridad y autenticidad creadora, y por eso King Vidor es un director muy destacado. Se inicia como cámara para pasar luego a ser realizador, pero no será reconocido hasta la aparición de El gran desfile (1925). Esta será acusada de ser propaganda sobre la Primera Guerra Mundial. En Y el mundo marcha (1928) narra una crónica social, un crudo testimonio del principio del Crack de 1929.
En el cine de aventuras destaca Howards Hawks, con películas como Una novia en cada puerto (1928). Usa un estilo de crónica, simple y directo. Es también un reflejo de la sociedad misógina en la que la mujer es tratada como un objeto. Será uno de los mejores exponentes del cine de acción con la llegada del cine sonoro, aunque también destaca en otros géneros.
En cuanto al cine romántico, El séptimo cielo (1927), de Frank Borzage, consigue un éxito mundial. Con ninguna de sus siguientes películas —El ángel de la calle (1928), Estrellas dichosas (1929) y Torrentes humanos (1929)— conseguirá el mismo éxito.
Europeos en la capital del cine
El apogeo de Hollywood atrae a emigrantes llegados de varios puntos del mundo. A lo largo de los años 20 llegan alemanes, austríacos, húngaros, belgas, polacos y rusos para probar fortuna en la industria.
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