CINE TERCERMUNDISTA
El desarrollo de la industria cinematográfica exige cierto grado de desarrollo industrial, siendo necesario la existencia de laboratorios cinematográficos, de tecnología adecuada para el rodaje y de competentes técnicos especialistas. Por lo tanto, los países líderes en esta industria son los más industrialmente desarrollados, como por ejemplo norteamérica (Hollywood). Estos países también ejercen un monopolio sobre los circuitos de distribución internacional de sus películas y sus productos eliminan la posibilidad de competencia de aquellos de países menos desarrollados.
En fechas recientes, algunos países africanos como Túnez, Argelia o Senegal, han hecho llegar a los países industriales algunos pocos testimonios cinematográficos del drama histórico del subdesarrollo; aunque en ocasiones su director no fuese africano, como en el caso de Murallas de arcilla (1970), producción francoargelina dirigida por Jean-Louis Bertucelli. También destaca la figura del senegalés Ousmane Sembene.
Las novedades más abundantes del cine tercermundista llegan en la década de los setenta de algunos países latinoamericanos, como Cuba o Brasil. En la Cuba socialista fue el Estado el que asumió la producción, con títulos como La muerte de un burócrata (1968), Memorias del subdesarrollo (1968) y Una pelea cubana contra los demonios (1971), las tres de Tomás Gutiérrez Alea, o La primera carga al machete (1969) y Los días del agua (1971), de Manuel Octavio Gómez. También tenemos a Humberto Solás con Manuela (1966), Lucía (1968) y Un día de noviembre (1972). En Brasil, sin embargo, fue la banca privada quien financió el Cinema Nôvo. Rocha dirigió películas como Terra em transe (1966), Antonio das Mortes (968), Der Leone Have Sept Cabezas (1970), Cabezas cortadas (1971), ABC del Brasil (1972) y Cáncer (1968-1972).
El eje de preocupación de estos cineastas fue la servidumbre de sus países al fenómeno neocolonial de dependencia de los grandes monopolios extranjeros, con la alianza de las grandes clases burguesas y de los caciques latifundistas en las regiones agrarias. El cine de protesta más riguroso fue ofrecido en las mejores producciones del Tercer Mundo latinoamericano, aspirando a la liberación nacional.
LATINOAMÉRICA
A partir de 1973, fecha del golpe militar que derribó al breve gobierno de Salvador Allende en Chile, se produjo una clara desaceleración de las expectativas, al tiempo que se consolidaban o implantaban dictaduras militares en los países del Cono Sur (Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Perú). La involución sociopolítica, el endurecimiento de las censuras y el exilio en masa de intelectuales y de artistas se dejaron sentir con fuerza sobre la producción cinematográfica de los países afectados.
CHILE
En Chile las dos figuras más importantes han sido Miguel Littin y Raúl Ruiz, Helvio Soto y Patricio Gúzman. Marcado por la dictadura de Pinochet en 1973 acaba con el periodo de cambios sociales y se aventuran a ciertas críticas como Valparaíso, mi amor (1969) de Aldo Francia. El reflejo de la dictadura aparece en el documental que Patricio Guzmán realiza en el exilio entre 1975-79, que lleva por título La batalla de Chile: la lucha de un pueblo sin armas y tiene su equivalente en ficción en la película de Miguel Littin La tierra prometida (1971). Raúl Ruiz La colonia pena (1970), metáfora sobre el subdesarrollo de los países latinoamericanos. La RAI italiana le ayuda a financiar Nadie dijo nada (1971), visión poética de Chile. La expropiación (1972) se centra en las expropiaciones rurales antes del golpe militar, El realismo socialista (1972) discurso político para provocar debates dentro del partido socialista. Palomita blanca (1973), adaptada en la novela de Enrique Lafourcade. La película no sería exhibida en Chile, el director por el golpe militar se exilió en Francia, donde continúa con sus obras, Diálogo de exiliados (1975) o El cuerpo dividido y el mundo al revés (1976).
Entre otros directores chilenos, Miguel Littin dirige un mediometraje sobre Salvador Allende titulado El compañero presidente (1971) y un cortometraje histórico y político, Crónica de Tlacopaltan (1976). Durante el golpe militar de Pinochet en 1973, instalaciones y organismos cinematográficos fueron casi destruidos provocando el exilio de artistas y técnicos, produciendo un gran vacío en la industria del país. Hubo un intento de producir un título de propaganda Los mil días que iba a dirigir German Becker. En el exilio Littin escribiría Actas de Marusia (1976), también adaptó la novela de Alejo Carpentier, El recurso del método (1978) y después La viuda de Montiel (1979) del relato de Gabriel García Márquez.
BOLIVIA
En Bolivia, en condiciones adversas y con grandes dificultades materiales se desarrolló la obra de Jorge Sanjinés, como por ejemplo El enemigo principal (1973), o Fuera de aquí (1977).Vuelve cuando se restaura la democracia.
COLOMBIA
En el 1978 se inaugura la Compañía de Fomento Cinematográfico (Focine), la cual trabaja en coproducciones, por lo que no tuvo éxito y acabó desapareciendo. De Focine nace Sergio Cabrera, el cual llevó el cine colombiano al éxito con su comedia La estrategia del caracol (1993). Por otra parte, encontramos a Victor Gaviria en la década de los 90 con un cine dramático.
En el ámbito colombiano se distribuyen películas en su gran mayoría sumergidas en la temática del narcotráfico, como sucede en Rosario Tijeras (2005) de Emilio Maillé, Sumas y restas (2005) de Víctor Gaviria, o, Al final del espectro (2006) de Juan Felipe Orozco.
PERÚ
Destaca Las tres AAA son las tres armas: Carta abierta de Rodolfo Walsh a la junta militar (1979), documental de denuncia de las actividades cometidas por la dictadura militar.
La Patagonia rebelde (1974), de Héctor Olivera, La Raulito (1975) de Lautano Murúa, La tregua (1974) de Sergio Renán o Boquitas pintadas (1974) de Leopoldo Torre Nilsson. El golpe militar frena el desarrollo. Siguen produciendo algunos títulos a pesar de la censura No toquen a la nena (1976) de Juan José Jusid, o El poder de las tinieblas (1979) de Mario Sábato.
El cine de Perú destaca producciones como Coraje (1998), de Alberto Durant, o la adaptación de la novela de Mario Vargas Llosa La ciudad y los perros (1985) por parte de Francisco J. Lombardi).
BRASIL
Renovaciones temáticas y económicas. En este tiempo es un cine de escasos medios y actitud derrotista que da lugar a títulos como Perdidos y malditos (1970) de Geraldo Veloso, Gamal, delirio de sexo (1970) de Joao Batista de Andrade o Bang, Bang (1971) de Andrea Tonacci. En 1972 se reunió el Congreso Nacional de Industria Cinematográfica Brasileña, acuerdan elevar la cuota obligatoria de exhibición a 240 título por año, un ticket de taquilla para controlar el número de espectadores y conceder la distribución oficial a la empresa Embrafilme (organismo de fomento y control). Con estas medidas se consigue una bonanza económica y un cine de mayor calidad, como Doña flor y sus dos maridos (1976) de Bruno Barreto.
Durante casi 20 años, el cine desapareció por cuestiones políticas y reaparece gracias a la aprobación de la Ley Roauanet, que establece medidas de apoyo a la cultura y al audiovisual. Vuelven los autores independientes del underground de los 60 con películas sobre la historia y la vida cotidiana, gracias al capital extranjero: Carlota Joaquina-Princesa do Brazil (1994), de Carla Camurati.
En Brasil multinacionales como Sony o Warner invierten desde los primeros años de la década en producciones internacionales, y hará lo mismo 20th Century Fox al coproducir, a través de su filial en el país, la película Si yo fuera tú (2006) de Daniel Filho, una de las populares del año y que llevaría a la producción de la segunda parte tres años más tarde.
Encontramos películas con nominaciones a los Oscar como Ciudad de Dios (2002) de Fernando Meirelles y Kátia Lund,
y Diarios de Motocicleta (2004) e Walter Salles con premio a la mejor canción de Jorge Drexler. Meirelles tiene otras películas de desigual resultado como El jardinero fiel (2005) y A ciegas (2008) que no consiguen inquietar o emocionar. Aun así es el director brasileño más internacional de la década. José Padilha sorprende al espectador con Tropa de elite (2007) haciendo hincapié en las acciones policiales, la lucha contra el narcotráfico y sobre todo, en el mundo corrupto impulsado por las instituciones públicas.
ARGENTINA
Se trata de un cine político casi en la clandestinidad rodeado de los acontecimientos políticos. En 1976 comienza la dictadura de la junta presidida por Jorge Rafael Videla. La película más extendida La hora de los hornos: notas y testimonios sobre el neocolonialismo, la violencia y la liberación (1978), codirigida por Fernando Solanas y Octavio Getino. Solanas pondría en marcha un colectivo de cine denominado Grupo Cine Liberación, realizaron varios documentales y el largometraje Los hijos de Fierro (1972), tuvo que ser terminado en Europa. El camino hacia la muerte del viejo Reales (1971) de Gerardo Vallejo, o Los traidores (1972) de Raymundo Gleyzer.
En Argentina, el dificultoso camino hacia la democracia estuvo jalonado por algunas obras significativas, como Volver (David Lipszyk, 1982), o Tiempo de revancha (Adolfo Aristaráin, 1983). Con el inicio de la democracia se renueva el cine argentino, contextualizado en la dictadura, las temáticas recurrentes son: el secuestro, la tortura y el asesinato, relatados, por ejemplo, en La noche de los lápices (1986), de Héctor Olivera.
La década de los noventa se define como el “nuevo cine argentino”, centrando sus temas en la decadencia económica ya que comprenden que el cine puede ser un medio de denuncia, concienciación y transformación de la sociedad. Destaca Adolfo Aristarian, autor de Tiempo de revancha (1981) que trata los problemas sociales y laborales del país.
El cine se abre a diferentes líneas expresivas y se caracteriza por la heterogeneidad de los criterios de producción, que hibrida la producción de autores independientes con la de otros realizadores con nuevas inspiraciones que han aprendido su oficio en el medio, fundamentalmente publicitario. Es una generación seducida por el cine de Hollywood y que practica cine comercial en buena parte gracias a la financiación que permite el régimen en coproducción. Con ella el cine argentino sale definitivamente al escaparate internacional. Encontramos en el cine argentino desde productos que tardan en facturarse debido a los bajos presupuestos y las modestas condiciones que rodean la producción como en Historia mínimas (2002) de Carlos Sorín, o La ciénaga (2001) de Lucrecia Martel; a piezas que respiran la necesidad de trasponer historias de tono realista como Nueve Reinas (2000) de Fabián Bielinsky; como a piezas documentales con las que se revisa el pasado a través del presente como en Tierras de Avellaneda (1995) de Danielle Incalcaterra, o Bonanza (2001), de Ulises Rosell.
Algunas historias son tanto naíf como Bombón, el perro (2004) de Sorín, No sos vos, soy yo (2004) de Juan Taratuto como de trasfondo social como El hijo de la novia (2001) o Luna de Avellaneda (2004) ambas de Campanella, o Lugares comunes (2002) y Roma (2004) de Adolfo Aristarain, sin abandonar ninguna de ellas el tono de crítica social.
Marcelo Piñeyro dirige Plata quemada (2000) y Kamchatka (2002). Las coproducciones con España también alcanzan a otros trabajos como Felicidades (2000) de Lucho Bender, Cleopatra (2003) y El viento (2005) ambas de Eduardo Mignona.
Daniel Burman consigue una importante proyección internacional con El abrazo partido (2004) y continúa su trabajo con Derecho de familia (2006) y El nido vacío (2008).
También destaca Conversaciones con mamá (2004) de Santiago Carlos Oves, Tiempo de valientes (2005) de Damián Szifrón, XXY (2007) de Lucía Puenzo, La antena (2008) de Esteban Sapir (reflexión sobre la manipulación que existe en los medios de comunicación) y Carancho (2010) de Pablo Trapero (sobre la corrupción que mueve los hilos ocultos de los accidentes de tráfico en Buenos Aires).
CUBA
Vocación política al servicio de la revolución: Tomás Gutiérrez Alea, Una pelea cubana contra los demonios (1971) o La última cena (1977) y Julio García Espinosa con el documental Tercer mundo, tercera guerra mundial (1970). El primer largometraje en color en Cuba viene de la mano de Manuel Octavio Gómez Los días del agua (1971). Otros directores, Octavio Cortázar El brigadista (1977), Pastor Vega Retrato de Teresa (1979) o Sergio Giral Rancheador (1977), alternan ficción y cine documental. Después de la revolución, algunos directores encontraron la fórmula para combinar el contenido ideológico con el entretenimiento, Manuel Pérez con El hombre de Maisinicu (1973), la historia de un revolucionario que se hace pasar por enemigo de Castro para poder desarrollar acciones de espionaje, y Río negro (1977), a imitación del cine americano. Guardafronteras (1980) de Octavio Cortázar, y Los sobrevivientes (1978) de Tomás Gutiérrez Alea.
En la década de los 80 aparece el cine cubano con el rodaje de Cecilia (1982), de Humberto Solás. El cine costumbrista fue el más taquillero de la época: La Bella de Alhambra (1989), de Enrique Pineda Barnet; sin embargo, también destacan los documentales, perteneciente a un cine provocador y reflexivo.
A finales de esta década los cambios políticos provocaron transformaciones en la industria cinematográfica; la falta de socios comerciales desencadenó las coproducciones y la autofinanciación. Siguen las comedias costumbristas con tono crítico, mientras que la década siguiente se centra en la emigración o la supervivencia (Madagascar, 1994, de Fernando Pérez).
URUGUAY
El cine uruguayo aporta algunas películas que transcienden gracias a su presencia en festivales. Es el caso de títulos como Bolivia (2001) de Adrián Caetano, una producción argentina sobre la discriminación social, la inmigración y la pobreza entre otros temas; El último tren (2002) de Diego Arsuaga, un filme emotivo repleto de sencillez y pasión; o El Baño del Papa (2008) de Enrique Fernández y César Charlone, una historia que pasa de la esperanza a la lucha por la dignidad.
MÉXICO
En la década de los 70, el cine en México está marcada por la represión política entre los períodos de Luis Echeverría y José Luis Portillo. Estaba dominada por las producciones estatales y casi todos los títulos independientes son censurados o prohibidos.
En 1971 se funda el Banco nacional de cine para promover películas de interés nacional. Nueva crisis en el cine durante el mandato de Portillo. Los títulos más significativos El castillo de la pureza (1973) y El santo oficio (1974) de Arturo Ripstein, relacionadas con el fanatismo religioso. El lugar sin límites (1978), historia trágica, violenta que aborda aspectos relacionados con la ambición, prejuicios y frustración. Cadena perpetua (1979), el mundo de la prostitución, el robo y la delincuencia. José Humberto Hermosillo, ejemplo de creador personal, autor habitual de sus propios guiones, apostando por el cine intimista, abordando temas familiares y sociales, por ejemplo La pasión según Berenice (1976), Naufragio (1978) o Amor libre (1979). Otros directores como Felice Cazals, El jardín de tía Isabel (1971), Pau Leduc Reed: México insurgente (1973) o Gabriel Retes Nuevo mundo (1977).
La inexistencia el cine mexicano en los 80 se debe a la crisis económica y social y al terremoto del 1985. Para no desaparecer se respaldaba en las empresas privadas, la producción independiente y las colaboraciones internacionales. El desinterés público y la mala calidad eran otros de los problemas; esta última se soluciona con la creación del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMC) en el 1983, el cual solo tuvo un trabajo significativo: El imperio de fortuna (1985), de Arturo Ripstein. Ya en la década de los 90, esta institución, con la ayuda del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), pone fin al cine menor de esos años con importantes películas como Como agua para chocolate (1992), de Alfonso Arau.
Los problemas derivados de la exhibición que acarreaba el cine mexicano de años anteriores, se paliaron en parte gracias a la distribución en vídeo, sector que participó activamente en el proceso de recuperación del mercado. El acercamiento del cine al espectador permitió hablar en el nuevo siglo de un ‘’Nuevo cine Mexicano’’ cuyo punto de partida se encuentra en Sexo, pudor y lágrimas (1998) de Antonio Serrano, cristaliza en El crimen del Padre Amaro (2002) de Carlos Carrera, y se consolida con el trabajo de Alejandro González Iñárritu, quien, con Amores Perros (2000), se presenta ante el escaparate internacional. Muestra una forma diferente de enfrentarse al producto cinematográfico lo que le supuso un gran reconocimiento.
Con el cambio de siglo la andadura de directores consagrados como Arturo Ripstein resulta sólida y fructífera, firmando cintas de desigual calidad como la comedia negra con toque surrealista, La perdición de los hombres (2000), o el retrato amable de una prostituta en La virgen de la lujuria (2002). Los casos más emblemáticos son los casos de Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón, autores mexicanos afincados en Estados Unidos, muestra de la ruptura de fronteras. Toro como director se sumerge en el mundo del cómic, de la ciencia ficción y en un universo fantástico que le sigue allá por donde va, toda su producción se desarrolla fuera de su país. Por su parte, Cuarón, después de la personal comedia Y tu mamá también (2001) interviene en dos proyectos británicos que son su carta de presentación para entrar de lleno en la industria internacional.
VENEZUELA
Román Chalbaud adapta sus propias obras, La quema de Judas (1974) y El pez que fuma (1977). Desde el gobierno se otorgan ayudas y el número de películas aumenta en pocos años por el cine de importación y los recortes económicos. Los títulos que destacan: Los muertos sí salen (1976) de Alfredo Lugo, El cien soy yo (1977) de Luis Armando Roche o País portátil (1979) de Antonio Llerandi y Iván Feo.
ISRAEL
El israelí Amos Gitai va directo al problema en Promised Land (2004), una dura historia sobre la vejación a la que son sometidas un grupo de mujeres que esperanzadas soñaban con una vida mejor. También busca un encuentro intercultural con Free Zone (2005), una historia con un arranque notable pero que se va desfondado con el paso de los minutos.
Joseph Cedar se adentra en los conflictos de su país con en Líbano en Beaufort (2007). De gran intensidad resulta Caminar sobre las aguas (2004) de Eytan Fox, sobre lo que le sucede a un agente Mosad al intentar descubrir a un criminal nazi.
Más sencilla y emotiva es La banda nos visita (2007) de Eran Kolirin, ejemplo de que se pueden contar muchas cosas de fondo a partir de personajes muy directos y simples.
IRÁN
Desde Irán Jafar Panahi propone El círculo (2000), una reflexión a partir de las historias de varias mujeres sobre la consideración que existe en su propia sociedad; con Sangre y oro (2003) se acerca a la miseria desde la diferencia de clases y con Offside (2005) trata la pasión que las mujeres iraníes sienten por el fútbol.
También destaca el trabajo de Samira Makhmalbaf que representa la lucha permanente por el debate social y político. Dentro de su producción destacan: La pizarra (2000), A las cinco de la tarde (2003) y El caballo de dos piernas (2008). Su padre, Mohsen Makhmalbaf, se había comprometido, como director, con los más desfavorecidos con títulos como Baysikelran (1989) y Arusi-e khuna (1989).
Otros directores iraníes que llegan al panorama internacional son: Majad Majidi, Bahman Ghobadi o Shahran Mokri bien promocionados desde textos de críticos necesitados de directores desconocidos para poder ofrecer contenidos nuevos en sus revistas.
SIBERIA
La obra Elegía de un viaje (2001) de Aleksandr Sokurov, se sostiene en la mirada, la contemplación, la poética de un espacio, de un viaje y un cúmulo de sensaciones. Se adentra en la reflexión histórica con Moloch (1999), con Hitler como tema fundamental. Y sigue con Taurus (2001) sobre Lenin. Bucea en el ser humano a través del amor en Padre e hijo (2004) y en Aleksandra (2007). Sorprendente resulta su viaje al Hermitage en El arca rusa (2002) un apasionante viaje a la historia de Rusia mediante un recorrido por el palacio-museo de San Petersburgo realizado en una única toma, un largo plano secuencia de hora y media de duración.
MARRUECOS
Los festivales de cine más importantes empiezan a hacerse eco de algunas producciones procedentes de países como Marruecos o Irán, aunque la distribución de dichas películas llegue con un notable retraso al mercado occidental. Es el caso del título marroquí WWW: What a Wonderful World (2006) de Faouzi Bensaidi, película muy alejada del realismo que dominaba el cine en el continente africano.
AUSTRALIA
A mediados de la década de los setenta, la industria apunta hacia una proyección más internacional, esto se representa con la película Caddie (1976) de Donald Crombie, narra la historia de una mujer que abandona a un marido abusador y se enfrenta a la supervivencia, en 1925, con sus dos hijos.
Peter Weir, dirige Los coches que devoraron París (1974), donde mezcla comedia y suspense, Picnic en Hanging Rock (1975), en la que vuelve a introducir el misterio en la historia; La última ola (1977), mezcla el avance de la civilización con la fuerzas espirituales; y su último trabajo El visitante (1979), con rasgos de suspense e incluso terror.
Bruce Beresford, rueda The Adventures of Barrie McKenzie (1972). De mayor repercusión internacional fue Asalto al furgón blindado (1978).
Otro de los directores que irrumpe en la escena internacional es George Miller con su trilogía sobre Mad Max, siendo su primer largometraje Mad Max: salvajes de la autopista (1979), los personajes están en un escenario distópico y futurista, mostrando su versión del cine de acción. Gillian Amstrong completa este grupo, su llegada al panorama internacional llega con My Brilliant Career (1979).
En los años 80 renace y se afianza el cine australiano, exitoso en Estados Unidos. Destacó en el género fantástico, con títulos como Picnic en Hanging Rock (Peter Weir, 1975); y la serie iniciada por Mad Max (1980) de George Miller, creó una exitosa moda internacional y un estilo estético popular en un despliegue de un futuro ultraviolento y degradado. En los años 90 encontramos a Stephan Elliott, creador de Las aventuras de Priscilla, reina del desierto (1994), una comedia dramática.
LA INDIA
En los años 70 surge un nuevo cine, del que forman parte directores como Basu Chatterji y Mani Kaul, que va camino de la renovación y del cambio. La vertiente entronca temas sociales e históricos. Satyajit Ray opta por proyectos más modestos, dirige Pratidwandi (1971). Uno de sus temas es la europeización y sus consecuencias, Seemabalddha (1971) en la que une la India antigua con la del futuro inmediato, Jana Aranya (1976) es un retrato sobre la vida en la Calcuta contemporánea. Tras atender los temas de actualidad que afectaban el país, volvió a los temas rurales con: Ashani Sabket (1973), ambientada en 1943.
Comienza a rodar en color con Shatranj Ke Khilari (1977), a partir de la cual ya no vuelve al blanco y negro, Sonar Kella (1974) y Joi Baba Felunath (1978) son de temática infantil.
En esta época conviven estas obras con el último título de Ritwik Ghatak, Jukti, Takko Aar Gappo (1974), una película autobiográfica. M.S. Sathyu quien dirige su primera película enteramente india, Gaam Hava (1975) o Shyam Benegal se inicia en la ficción con Ankur (1974). Así mismo, a Bollywood se le añaden nuevas definiciones: se refuerza el star-system, cada vez más independiente de los Estudios y más poderoso, el playback y el doblaje, las coreografías y las canciones.
Por otra parte, los años 80 vienen marcados por las precarias circunstancias: unos directores buscan vías de financiación en organismos oficiales y otros optan por hacer cine comercial. En estos años la producción anual supera la cifra de 700 películas, ya que la producción en el país es, la mayoría, para consumo propio y los parques de salas recibían diariamente a más de diez millones de espectadores.
Ya en los años 90, tras la aparición de “Bollywood”, destaca la obra Salaam Bombay (1988) de Mira Nair en la que se muestra una nueva imágen real y desgarradora de la sociedad en Bombay. Bollywood es referencia industrial cinematográfica a nivel mundial. Bombay es la capital de este negocia y además la ‘Ciudad del cine’ como el principal espacio donde se concentraban los principales Estudios de producción. Cuenta con una enorme producción, rodada en más de veinte idiomas diferentes y sobretodo musical, aunque después del estreno de Slumdog Millonaire se abre camino una producción más realista.
De entre sus directores más notables y de proyección internacional se encuentran: como ya mencionamos, Mira Nair responsable de La boda del monzón (2002), que tras este éxito se vuelca en el cine estadounidense donde desarrolla todo el resto de su producción; Ashutosh Gowariker con Lagaan, Érase una vez la India (2002); y Sanjay Leela Bhansali con Devdas (2002), Saawariya (2007) y Black (2005).
NÍGER
“Nollywood” se convierte en la tercera industria más grande del mundo a partir de los años 90. Esta industria destaca por su uso particular de la tecnología: las películas son de bajo presupuesto, se graban con cámara digital en mano, se venden en mercadillos y se consumen en los hogares. La expansión del mercado viene definida por el éxito de Vivir en esclavitud (1992), de Chris Obi Rapu.
JAPÓN
El cine japonés se da a conocer a través de la obra de Nagishan Oshima, quien dirige Ceremonia (1971),
y El imperio de los sentidos (1976), (financiación francesa, basada en el Japón anterior a la II Guerra Mundial, fue confiscada por su contenido supuestamente pornográfico).
Oshima destaca con El imperio de la pasión (1978), una historia sobre adulterio y muerte, placer y autodestrucción sobre un hecho acontecido en los últimos años del siglo XIX, recibiendo el premio al mejor director en el festival de Cannes.
Yôji Yamada rodó la serie más larga de la historia del cine conocida como Tora San, comenzó con el título Otoko wa tsurai yo (1969), también dirigió Kazoku (1970), Harakara (1975), Shiawase no kiiroi hankachi (1977).
Kinji Fukasaku lleva a cabo, entre 1973 y 1979, una serie de películas ambientadas en la Hiroshima de postguerra, con ocho entregas Jingi naki tatakai. Fukasaku había sido, junto con Toshio Masuda, el encargado de las imágenes japonesas de la película Tora, tora, tora (1970) de Richard Fleischer y dirigió Los invasores del espacio (1978).
Susumu Hani dirige en estos años sus últimos trabajos, Gozenchu no jikanwari y Yôsei no uta (1972).
Los géneros del cine japonés suponen una visión propia de algunos intereses culturales, que dan réplica a los géneros ya existentes en el cine occidental. Chambara eiga género de películas de samuráis, por ejemplo Kozure Ôkami: Shinikazeni mukau ubaguruma (1972) de Kenji Misumi.El pinku eiga, de corte erótico con cuidada fotografía y pequeño presupuesto, destacan directores como Kôji Wakamatsu o Osamu Yamashita. Paralelo a este género se desarrolla el romance porn en el que se especializó la productora Nikkatsu.
El cine japonés es en su mayor parte un cine histórico. Los veteranos como Kurosawa se vieron reducidos a un injusto silencio, y fueron cayendo poco a poco. Las aportaciones más novedosas procedieron de Nagisa Oshima con películas como El imperio de la pasión (1978), Feliz Navidad, Mr. Lawrence (1983), entre otras. El más revolucionario del cine japonés es Takeshi Kitano quien se inicia con un tema policíaco: Violent Cop (1989).
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