Primera generación del cine sonoro americano
Los directores que forman parte de este grupo prefiguran la edad dorada del cine clásico de los años 30 hasta casi los 60. King Vidor es uno de los directores clásicos del cine, sobre todo en la exaltación del individualismo, el espíritu de superación, la moral honrada y de fraternidad y la crítica del egoísmo y de la sociedad insolidaria. Los primeros títulos importantes de su carrera consisten en cine social con elementos melodramáticos, como El desfile (1925) o …Y el mundo marcha (1928). Más adelante destaca por su destreza en el sonoro y la expresividad plástica, y su cine se vuelve más amargo, con héroes imposibles o enfrentados a la sociedad. Ejemplo de ello son Cenizas de amor (1941), Un sueño americano (1944), Duelo al sol (1947) o Pasión bajo la niebla (1952). Se retira para volver excepcionalmente y rodar en Europa Guerra y Paz (1956) y Salomón y la reina de Saba (1959).
Howard Hawks empezó a dedicarse al cine tras la Gran Guerra. Se caracteriza por la precisión de la puesta en escena, el diseño riguroso de los personajes, el cuidado de los diálogos. Es un cineasta que domina géneros tan diversos como la comedia, el western, el cine negro y el cine de acción. Dentro del cine negro, destacan Código criminal (1931) y, sobre todo, Scarface (1932) y El sueño eterno (1946). En el western, aportó títulos clásicos como Río Bravo (1959) o El Dorado (1962). No obstante, la mayor aportación de Hawks se halla en sus comedias: aplica el esquema de la guerra de sexos y de los conflictos amorosos mezclados con la acción vertiginosa y el humor sutil. Algunos de sus mejores títulos son La fiera de mi niña (1938), Bola de fuego (1942), La novia era él (1949) o Los caballeros las prefieren rubias (1953).
Uno de los autores que más contribuye en la construcción del lenguaje del cine clásico es John Ford, que consigue compatibilizar el éxito del público con la expresión artística. Fue criticado por su conservadurismo y militarismo, pero no se puede negar que con él el western se convierte en referencia para la identidad nacional norteamericana. De su época muda destaca El caballo de hierro (1924), y a lo largo de los años 30 desarrolla su estilo en títulos como El delator (1935) y, sobre todo, La diligencia (1939), obra paradigmática del cine clásico. A continuación, aborda westerns más ambiciosos como Pasión de los fuertes (1946), Ford Apache (1948), Río Grande (1950) o Centauros del desierto (1956). Son algunas de las películas más representativas del género, varias de las cuales son protagonizadas por el emblemático John Wayne. También realizó obras al margen del western, como El hombre tranquilo (1952), Las uvas de la ira (1940) y ¡Qué verde era mi valle! (1941).
Raoul Walsh comienza en el cine interpretando al asesino de Lincoln en El nacimiento de una nación. De su extensa filmografía, destacan los títulos de cine criminal como El último refugio y Al rojo vivo, los westerns como Murieron con las botas puestas y el cine de aventuras y bélico como Objetivo Birmania. George Cukor está considerado uno de los representantes de la comedia americana refinada, y bajo su dirección actores como Judy Garland, Ava Gardner, Joan Crawford o Audrey Hepburn dieron lo mejor de sí. Entre sus títulos destacan Cruce de destinos y My fair lady. También realizó numerosas adaptaciones, como David Copperfield o La dama de las camelias. Cultiva además el drama psicológico (Luz que agoniza) y la comedia (La costilla de Adán) con gran maestría. En el cine de William A Wellman predomina la acción, como El enemigo público, Ha nacido una estrella, Fuego en la nieve o Caravana de mujeres.
Directores de origen europeo
En estos años emigran sobre todo cineastas de origen judío, como es el caso de William Wyler. Tiene una filmografía irregular, per es autor de clásicos indiscutibles como Los mejores años de nuestra vida (1946), donde hace un oportunísimo estudio psicológico-social del período de “reconversión”. La heredera (1949) y el ciclo en que participa Bette Davis constituyen lo mejor de su cine dramático. También aportó títulos al cine criminal como Calle sin salida y Horas desesperadas, y es el director de la célebre Ben Hur (1959)
Frank Capra, de origen italiano, consigue éxito al dirigir varias piezas protagonizadas por Harry Langdon, como El hombre cañón. A lo largo de los años treinta rueda comedias muy apreciadas como Sucedió una noche o Vive como quieras. En ellas aparece reflejado un moralismo un tanto anticuado y cierto sentimentalismo. Tras la guerra funda la productora Liberty Films, y con ella filma uno de los títulos más célebres y representativos de su estilo: ¡Qué bello es vivir! (1946), así como El estado de la Unión (1948), de marcado didactismo político. No obstante, Capra percibe que ya no hay en el mundo lugar para sus valores. De hecho, su productora fracasa, y a lo largo de las tres décadas siguientes solo rueda tres largometrajes. Otros de sus títulos destacables son Arsénico por compasión (1944), Millonario de ilusiones (1959) y su autobiografía El nombre antes del título.
A partir de los años cuarenta (aunque se incorporó al cine antes de eso), Billy Wilder comienza su carrera como director-guionista con películas extraordinarias que se dividen en dos grandes ciclos: los dramas realistas con tintes críticos y las comedias de humor irónico y cínico. A la primera etapa pertenecen la obra de cine negro Perdición (1944), la visión cínica del mundo de Hollywood El crepúsculo de los dioses (1950), el drama Testigo de cargo (1958) y la crítica del sensacionalismo El gran carnaval (1951). En el terreno de la comedia, Wilder ha rodado algunas obras maestras de todos los tiempos, como Berlín Occidente (1948), Con faldas y a lo loco (1959), El apartamento (1960), Irma la dulce (1963) y En bandeja de plata (1966). En este ciclo se ofrecen una gran variedad de temas: comedia romántica, el humor negro, la crítica social…
Jacques Tourneur lleva a cabo una importante renovación en el cine de terror fantástico, en obras como La mujer pantera, The Leopard Man o La noche del demonio. También trabaja el cine negro, como Noche en el alma, Retorno al pasado o Nightfall, donde incluye el sentimiento trágico de la vida y el desencanto. Además, rueda filmes de aventuras como El halcón y la flecha y La mujer pirata, así como westerns tales como Wichita o Una pistola al amanecer.
Los cineastas de la segunda generación del sonoro o “generación perdida”
Este grupo de directores tiene en común un origen profesional previo al cinematográfico, una amplia cultura literaria y una mirada crítica a la sociedad norteamericana y el mundo de Hollywood. Uno de estos directores es Otto Preminger, que alterna cine y teatro en su carrera, y lucha constantemente contra la censura de sus filmes. Trata temas variados, en los que subyace siempre la reflexión sobre el misterio del ser humano y sobre el individuo en colectividad. Su primera gran obra es Laura (1944), seguida de Ángel o diablo (1945) y Al borde del peligro (1950), todas ellas encuadradas en el cine negro. Se vuelve más popular con musicales como Carmen Jones (1954) o El cardenal (1963). Sin embargo, innova constantemente con el escepticismo de fondo; prueba de ello son El hombre del brazo de oro (1955) y Anatomía de un asesinato (1959).
Nicholas Ray se inicia con Los amantes de la noche (1947), seguido de obras también de cine negro, igualmente valiosas, como Llamad a la puerta y En un lugar solitario. También dirigió westerns como Busca tu refugio y La verdadera historia de Jesse James. Rebelde sin causa (1955) se convierte en obra de referencia, sobre todo por la presencia de James Dean. Otros de sus títulos más importantes son Wind across the everglades y Chicago, año 30, pero luego se embarca en superproducciones alejadas de sus intereses.
Caracterizado por su espíritu aventurero, John Huston recorre diversos géneros y estilos. Inicia su carrera con El halcón maltés (1941), paradigma del cine negro y la aventura, constante en su filmografía. A este género pertenecen también Cayo Largo y La jungla de asfalto, que retratan el tipo humano. Otros de sus títulos de aventuras son El tesoro de Sierra Madre y Evasión o victoria, pero quizá tengan más valor sus intrigas y duelos interpretativos con grandes actores, como La carta del Kremlin, La reina de África o La noche de la iguana. Su extensa y variada filmografía se cierra con Dublineses, un filme-testamento basado en un relato de James Joyce.
Richard Brooks retrata los valores democráticos a través de temas contemporáneos (la defensa de la libertad, la crítica del militarismo, la alienación religiosa…). Algunos de sus títulos son Deadline USA, Take the high ground o A sangre fría. También maneja otros registros como la aventura en Lord Jim, el western con humor en Los profesionales o las adaptaciones literarias como Los hermanos Karamazov o La gata sobre el tejado de zinc. Además, escribió novelas como The brick foxhole o The boiling point.
Joseph L Mankiewicz comienza sustituyendo a Lubitsch en el rodaje de El castillo de Dragonwyck, y pronto destaca por la dirección de actores, la ironía y un tratamiento del dialogo que lo convierte en la base del ritmo de la secuencia. Odio entre hermanos o El fantasma y la señora Muir son ejemplos de su primera etapa, en cierto modo de aprendizaje. Con Eva al desnudo y La condesa descalza alcanza la plenitud de su estilo, clásico y moderno al mismo tiempo. También es autor de otros títulos destacables como El día de los tramposos y La huella.
Las singularidades de Orson Welles, Joseph Losey y Elia Kazan
Uno de los directores más importantes de la década es George Orson Welles, que siempre estuvo adelantado a su tiempo. Tras la emisión radiofónica La guerra de los mundos (1938) consigue un contrato con RKO. En 1940 rueda su primera película, Ciudadano Kane, que le hará ser considerado como uno de los mayores creadores de la historia del cine. Es, por una parte, un análisis histórico y psicológico de la formación de un poderoso plutócrata en una sociedad capitalista, y por otra, un testimonio sobre la evolución histórica del periodismo en los Estados Unidos y sobre el problema del monopolio de la prensa. Es una obra excepcional en todos los aspectos, teniendo en cuenta su falta de experiencia, que es el intérprete, coguionista y director, y por inaugurar una nueva escritura cinematográfica revolucionaria.
En su segundo largometraje, El cuarto mandamiento (1942), Welles tiene un desacuerdo con la industria que se repetirá a lo largo de su carrera. Es un retrato de la verdadera América, sobre la decadencia de las grandes familias sudistas a través de varias décadas. El mundo de Shakespeare está presente en las adaptaciones de Macbeth y Otelo, pero también en obras propias como La dama de Shangai y Sed de mal. Destaca también la adaptación de Kafka El proceso, así como Una historia inmortal y Fraude. También trabajó como intérprete: Alma rebelde, El tercer hombre o El viaje de los malditos. Orson Welles difícilmente encaja en las exigencias de la industria, y probablemente su rasgo más distintivo de su cine sea ese barroquismo con el que retrata a personajes grandilocuentes y plasma un carácter trágico. Welles es una nota excepcional en el mediocre panorama artístico de los años de guerra, en los que los estudios de Hollywood se transforman en arsenales destinados a la producción de propaganda bélica.
Muestra una especial sensibilidad hacia los conflictos sociales Joseph Losey, quien accede a la dirección en la RKO con El muchacho de los cabellos verdes (1948), seguido de cuatro títulos de cine criminal: El forajido, El merodeador, M y The Big Night. Es perseguido durante la caza de brujas de McCarthy, por lo que se exilia en Londres. Allí rueda obras más personales, como La clave del enigma o Estos son los condenados. En los 60 filma sus obras más valiosas: reflexiones sobre las relaciones humanas y la identidad personal, donde el espacio dramático cobra protagonismo en una composición un tanto barroca. En esta etapa incluimos Eva (1962), El sirviente (1963), Rey y Patria (1964), Accidente (1967) y El mensajero (1971). Posteriormente trabaja en varias coproducciones como El asesinato de Trotsky o El otro señor Klein.
Elia Kazan hace compatible el teatro con el cine, y también escribe varias novelas. Es una importante figura y además es fundador de la escuela dramática Actor’s Studio, de la cual salieron actores importantísimos como Marlon Brando, James Dean o Paul Newman. Sus primeras películas muestran conflictos sociales: Lazos humanos (1945), El justiciero (1947), La barrera invisible (1947) y Pinky (1949). La obra que llama la atención por su estilo y su capacidad para describir ambientes es Pánico en las calles (1950). Adapta Un tranvía llamado deseo (1951), que pasa a la historia por la interpretación de Marlon Brando. Durante la caza de brujas, delató a sus compañeros, lo que marca su biografía. ¡Viva Zapata! y La ley del silencio se ven como justificación a lo que hizo. Al este del Edén y Esplendor en la hierba abordan la temática juvenil sin desmarcarse de su línea de incomprensión. Algunas de sus películas tienen elementos autobiográficos, como El compromiso. Realiza también críticas al mundo del espectáculo y al sistema de estrellato en El último magnate y en Un rostro en la multitud. Más adelante, su cine no toca tanto los conflictos sociales, sino que profundiza en el juego dramático.
En los años 40 se impone en EEUU una nueva política de producción más compleja en la que se impusieron los criterios de eficacia, lo que hizo muy difícil la permanencia del cine de autor. Se establecieron los géneros como modelos a seguir y analizamos los más importantes:
Géneros más relevantes
Cine negro
Nace en el contexto de la II Guerra Mundial, entre los años 40 y 50. En un principio se consideraba que estaba dentro del género policiaco, pero debido a su estética propia con un estilo tan marcado y a la complejidad que llegaban a tener los personajes, cuyos intereses se anteponen en importancia al propio crimen, no es de extrañar que llegase a considerarse un género en sí mismo.
La situación interna de la Norteamérica de posguerra, atenazada por una neurosis colectiva, es también una de las causas que contribuyen a explicar el auge por estos años del llamado cine negro, de temática criminal, que terminó siendo la corriente más densa y homogénea del cine americano de posguerra. Las novelas negras de Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Mickey Spillane forjaron desde los años 30 la popularidad del género. John Huston fue el iniciador de la serie en 1941 con El halcón maltés. Este género se caracterizaba por la violencia, el erotismo, el reflejo pesimista de la realidad social mostrando un mundo en descomposición poblado por seres depravados, criminales, policías vendidos, mujeres amorales, conflictos psicoanalíticos… El cine recoge el clima de “crisis moral” que reina en el ambiente, donde los criminales dejan de ser los monstruos de maldad para convertirse en los gángsters humanizados que muestra, por ejemplo, John Huston en La jungla de asfalto.
Otras características son el uso de ángulos insólitos de cámara, efectos de luz, flash-backs, etc., destrozando la imagen conformista e idealizada de la sociedad norteamericana. Otras películas de cine negro importante fueron La dama del lago (Robert Montgomery) o Gilda (Charles Vidor), La soga (Hitchcock), El justiciero (Elia Kazan), Historia de un detective (Edward Dmytryk), El gran sueño (Howard Hawks), El beso de la muerte (Henry Hathaway), Que bello es vivir (Frank Capra)… enfocadas desde el interior del ámbito criminal, con una visión escéptica y pesimista del mundo y la moral.
La forma de entender el cine negro es un tanto arbitraria y es por esto que los críticos establecen que en esta categoría de “estilo negro” se encuentran películas como M, el vampiro de Düseldorf (1931) de Fritz Lang, u otras más modernas como 2001: Una odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick o Blade Runner (1982) de Ridley Scott.
Es importante mencionar el trabajo de tres directores de origen alemán y austriaco que se hicieron un hueco en esta industria grabando películas de género negro, y estos son: Billy Wilder con Perdición (1944), Fritz Lang con La mujer del cuadro (1944) y Otto Preminger con Laura (1944); todos ellos de importante relevancia.
Tras la victoria americana en la guerra el género experimentó un crecimiento exponencial y los éxitos siguieron hasta el comienzo de la década de los 50, con directores nuevos en este panorama como Orson Welles. En estos años tiene lugar una evolución de los personajes del cine negro y e importante destacar la aparición del triángulo amoroso. La angustia y el relativismo moral llega al límite de lo ético y es por esto que muchos de los largometrajes producidos tuvieron serios problemas e incluso se le impusieron finales ridículos.
Un elemento que es importante mencionar es el arrepentimiento o el sentimiento de culpa que experimenta el protagonista en las películas de este género, caracterizado por la “luz negra” que potencia esta sensación mediante el uso de sombras y claroscuros. Además, muchas de las características de este género, como el modo de hablar mediante insinuaciones criminales y sexuales en muchos casos, se fueron filtrando en años posteriores a otros diferentes.
Western
El western tuvo también una gran producción en estos años debido al público fiel que tenía ya desde los años anteriores, pero fue un poco menos importante; destacan obras que trascendieron hasta la actualidad como La diligencia, de John Ford.
Las películas del oeste son consideradas obras morales que narran, “ya no la historia de un gran país, si no la leyenda de la fundación de una gran nación”. Los personajes de estas producciones han estado siempre muy marcados y caracterizados siempre de la misma manera (el pistolero, el cowboy, el sheriff, etc.)
Los directores más importantes de esta época fueron John Ford, mencionado ya anteriormente, con películas como Fort Apache (1948) o Tres Padrinos (1948) y King Vidor con Paso al noroeste (1940); aunque también destacaron otros como William A. Wellman por adentrarse en la personalidad de los individuos, en sus sentimientos y emociones con filmes psicológicos como Incidente Ox-Bow (1943); o John Huston con El Tesoro de Sierra Madre (1947) por uso claro que hace de los márgenes del género.
Comedia
Muchas de las aportaciones vienen llegadas de los años 30 o siguiendo la misma línea, como por ejemplo por parte de los hermanos Marx, que realizaron largometrajes como Go West (1940). En esta etapa de conflicto mundial la comedia va a ser un excelente medio de evasión de la abrumadora realidad y es por esto que hay toda una serie de directores que dejaron huella en el género. Destacan algunos como George Cukor con The Philadelphia Story (1940) o Preston Sturges que, en su deseo de recuperar la comedia clásica, dirige obras como Las tres noches de Eva (1941), algunas de ellas muy criticadas por haber sido producidas en pleno conflicto mundial. Desaparece el vitalismo y el optimismo de estas películas debido a la situación que se estaba viviendo de la II Guerra Mundial. El único autor de esta época que mantiene viva esta estética es Billy Wilder con obras como Berlín Occidente (1948).
Otros directores, como Ernst Lubitsch, se mantienen en la misma línea. La principal aportación de este director al cine cómico fue la comedia bélica Ser o no ser (1942). Pero lo cierto es que el abandono definitivo de la screwball comedy y de los modelos clásicos de la comedia romántica tiene lugar en el año 1946 cuando Frank Capra, padre de este mismo género graba ¡Qué bello es vivir!, poniendo de esta manera un punto y a parte en la historia del género de la comedia.
Musical
El musical es otro de los géneros más importantes de la época de la II Guerra Mundial y algunas de las producciones de este género están basadas incluso en el propio conflicto. Al popularizarse tanto los musicales, empezaron a buscarse todo tipo de talentos de baile o musicales: el género llegó a tener una estructura muy seriada, lo que causó que se abaratan los costes de producción. Esto, a su vez, hizo que desapareciera el género musical clásico.
Las productoras más importantes de este tipo de cine fueron Metro-Goldwyn-Mayer, en la que destaca la actriz Esther Williams por trabajos como el de Escuela de sirenas (1944), de George Sidney; Paramount, que produce películas como Fantasía de estrellas (1942) de George Marshall, y 20th Century-Fox, donde destacan las películas de la actriz Carmen Miranda como Aquella noche en Río (1941).
Tuvieron también mucha importancia durante los años 40 las películas biográficas de músicos, como Rapsodia en azul (1945) inspirada en la vida de George Gershwin y dirigida por Irving Rapper.
Melodrama
Nace en la década de los 30 pero no se populariza hasta después de la II Guerra Mundial. Comercialmente llegó a ser en los años 40 el género más efectivo, cuyo público potencial eran mujeres. Aún así, después de unas décadas, desaparecieron casi por completo ya que empezaban a resultar toscas. Es importante la influencia que tuvo en este género la película de Capra anteriormente nombrada ¡Qué bello es vivir! ya que muchos de los elementos empleados en la misma se corresponden con situaciones propias del melodrama.
Destacan películas como Los mejores años de nuestra vida (1946), de Wyler, ambientada en la posguerra, o Que el cielo la juzgue (1945) de John M. Stahl.
Los años tormentosos de Hollywood
Inversamente a lo que ocurrió en Europa, la guerra supuso para los Estados Unidos un período de gran prosperidad económica. Se había convertido en la primera potencia económica (productora y exportadora) del mundo, iniciando así la conquista de nuevos mercados.
En la industria cinematográfica la situación también era óptima con una importante subida de producciones. Pero el clima de bienestar no tardaría en enrarecerse hasta sembrar el pánico entre la alegre y la confiada colonia cinematográfica de Hollywood.
Desde tiempos heroicos el cine americano ha sido un campo controlado por las grandes majors de Hollywood (Paramount, Warner Bros, 20th Century Fox…) y los productores independientes batallaban contra esta situación, la cual consiguieron controlar pero en la práctica las cosas no cambiaron ya que las grandes compañías siguieron siendo dueñas del mercado.
Por otro lado comenzaba a atacarles un nuevo enemigo: la televisión, cuya era comercial se había inaugurado en 1946. En muchos hogares este espectáculo casero pasó a sustituir la frecuentación cinematográfica y los taquillajes de los cines empezaron a descender en flecha. En 1948 la industria del cine empezó a tomar medidas contra esta amenaza y estableció un bloqueo de alquileres de películas a televisión, pero la batalla no comenzó a ser librada hasta 1952 con el cine en relieve, las macropantallas y las superproducciones espectaculares.
Un hombre prometedor de esta generación fue Edward Dmytryk que alcanzó su primer momento con Encrucijada de odios (1947) tratando el tema del odio antisemita, donde otros directores abordarán este tema, al igual que el del racismo. Pero esta saludable corriente de cine crítico fue brutalmente decapitada a raíz de la campaña iniciada en 1947 por la Comisión de Actividades Antiamericanas, destinada a extirpar de raíz la “infiltración subversiva” en el seno de la industria del cine. Cabe recordar que en este momento la Unión Soviética está a punto de convertirse en potencia atómica y los dos grandes bloques se empiezan a cruzar y surgieron muchas controversias en la industria del cine por las alusiones y propagandas comunistas en las películas americanas. En aquel clima de disparate se alzaron muchas voces de protesta y se produjeron sucesos espectaculares.
La última película de Chaplin es Monsieur Verdoux, la cual escandalizó a algunos sectores de la opinión pública y arremeten con furia contra el artista. En 1952 Chaplin abandona los Estados Unidos y realiza en Inglaterra Candilejas o Un rey en Nueva York.
Hollywood: guerra y posguerra.
Los estadounidenses contemplaban la II Guerra Mundial desde un punto de vista neutral, la mayoría de los ciudadanos se consideraban no beligerantes. Pero el 7 de diciembre de 1941 sucede un hecho que cambia radicalmente el papel de EEUU, el
ataque japonés a la base militar de Pearl Harbour. A partir de este momento, “el día de la infamia” según Roosevelt, todo el esfuerzo económico y social se dedica en exclusiva a la contienda.
El ejercito estadounidense se transformó en el mayor del mundo, ya que la entrada de la segunda guerra mundial reactivó la economía norteamericana, parada hasta entonces. La entrada de Estados Unidos en la guerra fue decisiva. Truman asume la presidencia en abril de 1945 tras la muerte de Roosevelt, su principal objetivo fue concluir la II Guerra Mundial y conseguir una paz donde el comunismo no fuese una gran amenaza, no obstante, la URSS ocupó media Europa y la China comunista se convirtió en la primera potencia asiática.
La mayoría de los grandes estudios y directores prefirieron mantenerse imparciales ante la llegada del nazismo, porque la relación de algunas películas (Conffesions of a Nazi Spy, 1939, de Anatole Litvak) generaron conflicto. Hay dos excepciones, Me casé con un espía nazi (The Man I Married, 1940) de Irving Pichel, pero sobre todo, Charles Chaplin que produce y dirige una de las sátiras mejor construidas contra un dictador, El Gran Dictador (The Great Dictator, 1940). Sin ningún tapujo Chaplin rueda una biografía de Hitler. La obra tiene escenas memorables. Estudios como Fox, MGM o Warner se vieron políticamente señalados por haber producido algunas películas no aptas para ser distribuidas.
En 1941 aparece una extraña, imaginativa y sorprendente película titulada Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1940), de Orson Welles. Alejada del modo de representación propia del lenguaje clásico, supone un cambio en la forma de narrar y en la estética cinematográfica. Aunque la película pasó desapercibida para un amplio sector del público estadounidense , pero años más tarde se convertirá en la obra más valorada de todos los tiempos a nivel internacional. La película señala el cambio de rumbo que debe tomar el cine producido en Hollywood. No hay momento que pierda fuerza; la intensidad se mantiene en cada secuencia gracias al protagonismo del propio Welles. El Extraño (The Stranger, 1946) otra obra de Welles, vinculada a los flecos que derivan de la II Guerra Mundial, ya que aborda la historia sobre la búsqueda de un nazi huido de Alemania y oculto en una ciudad norteamericana.
Tras el ataque a Pearl Harbour los Estudios también entraron en guerra. La propaganda comienza a funcionar centrada en dos líneas de creación: Las películas de ficción y los documentales. Hubo problemas de difusión del material cinematográfico ya que las salas de cine de las ciudades europeas comenzaron a cerrar.
En el ámbito de la ficción, y junto con películas propiamente bélicas, también se rodaron melodramas, comedias o aventuras. Destacan el melodrama Casablanca (1942), de Curtiz, la comedia Ser o no ser (To Be or not to be, 1942), de Lubitsch, y una obra policíaca ambientada en la Praga nazi, Los verdugos también mueren (Hagmen also die!, 1943), de Fritz Lang. Estas tres obras muestran un uso astuto de la propaganda.
La industria pasó a dedicarse casi en su totalidad a la guerra, y las excepciones a esta norma fueron fuertemente perseguidas por el código Hays o criticadas ferozmente por las autoridades. Es el caso de Un marido rico (The Palm Beach Story, 1942), de Preston Sturges, que narra las aventuras de una mujer en busca de un millonario, la obra no fue celebrada por la crítica y fue considerada una película inoportuna y antipatriótica.
El cine propiamente bélico se basa en las campañas recientes o en las posibles batallas que se realizarían. Piezas de exaltación patriótica y de homenaje a los héroes nacionales y de los países aliados extranjeros. Incluso se llego a rodar con apoyo de la URSS. Hay mucha producción que se ambienta en el entorno bélico, películas de comedia que aprovechaban el éxito de un Bob Hope o Abbot y Costelo. Tras el ataque de Pearl Harbour, Hollywood tiene que someterse a una norma impuesta por el Gobierno y sus películas respetar unos temas que exigían una revisión del material filmado. Hollywood se vio obligado a producir películas en las que dejara claro el porqué de la ayuda especial a algunos países, como fue en la colaboración con Gran Bretaña, en La señora Miniver (Mrs. Miniver, 1942), de William Wyler, con Greer Garson y Walter Pidgeon. Un excelente filme sobre una familia que ha de padecer todo tipo de situaciones en pleno ataque nazi sobre Londres.
No obstante, si hay que hablar sobre calidad y propaganda hay que referirse a El sargento York (Sergeant York, 1941), de Howard Hawks, película rodada meses antes de la entrada de EEUU en la guerra y ambientada en la Gran Guerra, en donde un campesino que siempre ha defendido los valores bélicos y va a luchar contra el nazismo a Europa y se convierte en un héroe nacional. Esta película alentó a la población a tomar las armas. Los acontecimientos van marcando los temas que se abordan, se evoluciona desde un idealismo más superficial a mostrar las penurias, los sacrificios, el horror, el miedo y la reflexión sobre el porqué de la guerra.
Así van surgiendo películas como Guadalcanal (Guadalcanal Diary,1943) de Lewis Seiler; Bataan (1943), de Tay Garnet; Air Force (1943), de Howard Hawks; Destino Tokio (Destination Tokyo, 1943), de Delmer Daves; Treinta segundos sobre Tokio ( Thirty Seconds Over Tokyo, 1944) de Mervyn Le Roy; y Objetivo Birmania (Objective Burma!, 1945), de Raoul Walsh. Describen la preparación de los ataques y los acontecimientos de guerra, se mantiene el heroísmo de aquellos que se enfrentan a lo desconocido.
Si hay que resaltar una película sobre todo el conjunto es También somos seres humanos (The Story of G.I. Joe,1945), de William A. Wellman, adaptación de sendos libros del periodista Ernie Pyle, que desarrolló una inmensa labor como corresponsal de guerra, donde falleció. Se consiguió transmitir que más allá de la acción, de las medallas, existe un puñado de hombres que han dejado atrás a sus familias y sus vidas para adentrarse en territorios inhóspitos y peligrosos. La presencia y narración del periodista mantiene la unidad de la historia en la que ese grupo humano acaba convirtiéndose en una familia.
El cine documental, además de ser una novedad en la industria de Hollywood, se confirma como la fórmula idónea para ofrecer otro tipo de mensajes. Salvo Fox, que había realizado documentales para sus noticiarios el resto de los grandes Estudios no los había producido.
Del mismo modo los directores tampoco filmaban documentales y no se interesaban por ellos, es por eso que Frank Capra debió sentirse sorprendido por la oferta que el Secretario de Defensa cuando le pidió que creara películas de información sobre la contienda, prepara y animara a otros directores para filmar documentales de guerra. Esta serie de documentales se titularían con el significativo nombre de ¿Por qué luchamos? (Why we Fight?, 1943-1945): Prelude to War (1942), The Nazis Strike (1943), Divide and Conquer (1943), The Battle of Britain (1943), The Battle of Russia (1943), The Battle of China (1944), War Comes to America (1945). Todas dirigidas por Frank Capra y Anatole Litvak y producidas por U.S Army Special Service Division. Además de Capra y Litvak otros directores dirigirán documentales, William Wyler The Memphis Belle: A Story of a Flying Fortress (1944); John Ford que rueda para la marina Torpedo Squadron (1942), y con Otto Brower The Battle of Midway (1942); John Huston para las fuerzas aéreas Winning your Wings (1942); y Howard Hawks para el mismo cuerpo. Uno de los documentales más logrados es precisamente el que menos fin propagandístico tuvo, John Huston filmó Let There Be Light (1946), íntegramente en un hospital psiquiátrico donde se encontraban ingresados los soldados que habían sufrido ataques de pánico o sufrían algún trastorno psicológico por la guerra. Ahondaba en las secuelas de la guerra, tema que será abordado desde diversas perspectivas y servirá para remover la conciencia de la población sobre el sentido de la guerra.
Estados Unidos contaba con una gran libertad de expresión que defendían orgullosos, pero hubo momentos de contradicciones y luchas. Junto a esta fuerte impulso democrático y liberal se encontraba también otro impulso reaccionario y castrador que consideraba que todo debía ser comedido y mesurado. El ya conocido código Hays implantado en la década de los 20 y que funcionaria de distintas maneras hasta mediados de los años 60 , pasó por tres etapas diferentes. Primero durante la posguerrra se gozó de una amplia libertad con adulterios y personajes dispuestos a separar matrimonios; sin embargo, a finales de los años 40 se endureció el código y muchas películas sufrieron cortes y cambios sustanciales. En los últimos años de la década se pretendio impulsar una vuelta a los valores religiosos y y conservadores de la nación, frente a la modernidad y ateísmo de los comunistas.
Relacionado con el código Hays aparece la llamada Caza de Brujas. El miedo al comunismo a finales de los 40 se había apoderado de la población americana. Muchos intelectuales y políticos estadounidenses realizan una investigación sobre los recursos del partido comunista en EEUU. Durante la guerra la URSS había sido el gran aliado para derrocar al nazismo, llegaron a hacerse incluso películas conjuntas fomentando así el apoyo institucional y político entre ambos países. Tras la guerra las películas horrorizaron al sector más conservador americano, para ellos muchos directores y guionistas de Hollywood simpatizaban con el comunismo. Chaplin se había declarado comunista y Bertol Brecht trabaja ocasionalmente en Los Ángeles.
En 1946 el partido Comunista gana las elecciones al Congreso, pero el presidente sigue siendo Truman hasta 1950, que uno de sus mayores miedos era la infiltración del comunismo en la sociedad. En este sentido, la existencia del Comité de Actividades Antiamericanas, que confirmaba que numerosos profesionales mostraban su simpatía hacia los postulados de izquierdas. El Gobierno criticó la producción de películas con tonos subversivos y obligaron a los Estudios a revisar en profundidad el trabajo de sus profesionales. Se había reactivado la teoría de conspiración, y a partir de 1945 se reanudan con gran intensidad las comparecencias en el Congreso de los profesionales de Hollywood, los que no colaboraran eran apartados de sus Estudios. Se generó un estado permanente de psicosis en el mundo del cine, todos tenían miedo a ser denunciados sin motivo. Hubo una convocatoria especial para un grupo de profesionales afectos a la iniciativa, de la que se derivó a una causa judicial en la que solo estaban implicados un grupo de personas “hostiles”, conocidas como los Díez de Hollywood.
Al principio Hollywood se vuelca en apoyarles, un gran número de actores y técnicos encabezados por Humphrey Bogart y Lauren Bacall y el director John Huston, protestan en Washington e impulsan la formación del Comité de la Primera Enmienda, porque consideraban que el Comité de Actividades Antiamericanas era un atentado contra la libertad de expresión sin precedentes. Sin embargo las presiones del Partido Republicano, el respaldo de directores y actores más conservadores como Sam Wood, Walt Disney o Ronald Reagan hacen que las productoras decidan apoyar a la comisión. En las declaraciones realizadas en el hotel Waldorf las grandes Major se comprometieron a no contratar a ningún técnico, artista o director que no haya colaborado con el HUAC. Es el nacimiento efectivo de las listas negras.
Los Díez de Hollywood terminan en la cárcel, o se rinden y confiesan. Artistas como Chaplin o Brecht se ven obligados a escapar de Estados Unidos. Hay una principal persecución a los guionistas, más de quinientos escritores aparecen en las listas, por lo que la industria cinematográfica es muy castigada.
Además de las listas negras aparecieron la Legión Americana de Decencia, los problemas con la aplicación de la Ley anti-trust y la llegada de la televisión removieron definitivamente la industria. La caza de Brujas no terminó en los 50 si no que en ese momento se endurecerá más, McCarrhy acusa públicamente de comunistas a miembros de Hollywood y también a más de doscientos infiltrados dentro del Departamento de Estado.
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