Cine soviético
El gobierno soviético se había tomado muy en serio la importancia del cine como instrumento de información, agitación y propaganda para las masas. Hay un espectacular aumento del número de salas de cine, pero se limita drásticamente la importación de películas extranjeras. El cine sonoro no es implantado hasta 1931, cuando consiguen realizar un sistema propio.
La primera película sonora es El camino de la vida (1931), de Nikolái Ekk, que tiene mucho éxito. Es un impresionante documento socia de la época, que domina el nivel medio de los primeros años de cine sonoro ruso.
El sonido es una novedad que, al nacer, no gusta a los grandes maestros del cine soviético. Pero Pudovkin se apropiará del nuevo elemento con El desertor (1933). Esta sentará las bases del nuevo cine soviético. Esta nueva etapa se corresponde con los duros años de industrialización acelerada y de construcción del socialismo, con lo que el cine pasa de “cine de poesía” a “cine de prosa”.
Chapaiev, el guerrillero rojo (1934), de Serguéi y Gueorgui Vassiliev, cierra esta etapa de titubeos del cine soviético y es usada por Stalin como ejemplo del realismo socialista en el cine. Con su inmenso éxito nace el primer gran héroe individual del realismo socialista.
Es Petrov quien inicia el ciclo de exaltación histórico-nacionalista en la producción rusa, que nace como respuesta al agresivo reto del nazismo, en Pedro el Grande (1937-1939) y que culminará con Aleksandr Nevsk (1938), de Eisenstein.
Cine sueco
Con el cine sonoro, el cine sueco, antaño una gran potencia, renace lentamente. Intermezzo (1937), de Gustav Molander, lanzará a la fama a la actriz Ingrid Bergman.
Cine checoslovaco
Checoslovaquia es una de las pequeñas potencias del cine de anteguerra. La influencia del cine soviético gravitó sobre alguno de sus realizadores, como Karl Junghans.
Su figura más destacada es Gustav Machaty, cuya reputación está ligada al escándalo que producen sus películas. Su mérito es el de hacer el tema sexual el protagonista de sus filmes. Este estilo alcanza su culminación con Extásis (1933), que causa escándalo por su atrevida exposición del tema del amor físico, a pesar del final moralizante que impone la censura. El sonido es un se convierte en un importante elemento expresivo en este largometraje.
Cine japonés
Este país rebasa con creces la producción de Estados Unidos, pero su historia cinematográfica es poco conocida en Occidente.
El nacimiento de la poderosa productora Nikkatsu en 1912 es el punto de despegue de una cinematografía que en los años veinte alcanza casi las 1000 películas anuales.
La producción está especializada en dos sentidos: los Gendaijeki, filmes de temas contemporáneos rodados generalmente en Tokyo, y los Jidaijeki, evocaciones históricas o legendarias rodadas en los estudios de Kyoto.
Sin embargo, la obra de los directores japoneses no alcanza una importancia comparable a la de la producción occidental contemporánea, porque el arte necesita un mínimo de libertad, algo que no existe bajo la teocracia del Mikado.
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