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2. Europa

Actualizado: 10 may 2018


Los cines europeos vivieron un proceso de crisis atenuado por las políticas proteccionistas de subvenciones estatales, o por las producciones para las televisiones oficiales, que de este modo compensaban a los profesionales y a la industria del cine del daño que causa la hegemonía de la televisión en el mercado audiovisual.

Otra problemática que vivía el cine de la época era la pésima circulación de los filmes europeos dentro de este territorio y la enorme oferta comercial de ficciones televisivas que Hollywood ofrecía. Para compensarlo se iniciaron coproducciones europeas multilaterales que gustasen a todos los mercados europeos; sin embargo, estas se consideraron “europuddings” por ser malas imitaciones del esperanto audiovisual de Hollywood.


FRANCIA

La efervescencia creativa de los años sesenta, el impacto social y político de Mayo del 68 y la convivencia de géneros populares con otros planteamientos más concienzudos influyeron en el desarrollo del cine francés posterior.

La asistencia a las salas y el número de cines se vieron mermados en esta década, pero, el cine policíaco, con el apoyo de un film noir desarrollado en décadas anteriores, será el de más éxito. El director Jacques Deray es uno de los principales impulsores, asociado a menudo con el actor y productor Alain Delton con el que rodará Borsalino, en torno a las mafias marsellesas de los años treinta (la película fue nominada a los Globos de Oro).

Por otra parte, la comedia permanece ocupando el lugar preferente en el cine europeo. La comedia francesa del periodo arrastra una nueva generación que había aparecido en los sesenta, con actores como Bourvil, uno de los comediantes más populares de la cinematografía francesa o Louis de Funès (Muslo o pechuga o Votad al señor alcalde, de Claude Zidi), que optó por una comedia surrealista que ayudó a impulsar el género. En las películas de De Funès, este desarrollaba el arquetipo de gendarme incompetente, rodeado de esposas dominantes y, a menudo, de manifestaciones racistas y sexistas. Sin embargo, los personajes triunfaban en los cometidos, lo que sería la principal clave de su éxito.

En esta década se produciría uno de los mayores éxitos de la comedia francesa, Vicios pequeños, de Edouard Molinario, que contó con la combinación de dos cómicos geniales, Ugo Tognazzi y Michel Serrault, y trataba la premisa de una pareja homosexual, ya mayor, que reciben la sorpresa de la llegada del hijo de uno de ellos para anunciar su boda y presentar a sus suegros. Premisa que servía al análisis de las relaciones paterno-filiales, las relaciones sociales y la moralidad.


Por su parte, los directores que habían impulsado la Nouvelle Vague, continúan afianzando las directrices que habían defendido durante la década anterior:

François Truffaut se inicia en la comedia agridulce con su actor fetiche, Jean-Pierre Léaud y la serie de Antoine Doinel conformada por: Los cuatrocientos golpes (1959), Domicilio conyugal (1970) y El amor en fuga (1979). Pero, sin duda, uno de sus títulos más cálidos en esta década fue El pequeño salvaje, sobre un niño encontrado en el bosque y el intento de civilizarle por parte de un hombre de ciencia. Con este film Truffaut exploró uno de sus temas favoritos: el paso de la niñez a la adolescencia y el logro de hacer de ese adolescente un hombre. La película obtuvo numerosos premios. Por otra parte, en La noche americana (1972) encontramos su propia historia como director y los recuerdos de su recorrido profesional, un filme excelente para entender el cine desde dentro y los cambios tecnológicos que se están produciendo. La película tuvo más éxito fuera de Francia que dentro.

Claude Chabrol, por su parte, había comenzado a escribir guiones de una temática peculiar: relatos de asesinos burgueses, de inspiración novelesca dentro del género policíaco. Su segunda mujer, Stephane Audran, protagonizó buena parte de esta filmografía, con películas como El carnicero (1970), una historia de amor entre una maestra y un carnicero asesino. Tras una serie de títulos escritos junto a Paul Gégauff, el director se embarcó en Nada (1974), una película que defendió como apolítica a pesar de juntarse personajes anarquistas, izquierdistas y fascistas, de cuyo guión se encargó el autor de la novela homónima.


De Alain Resnais, destaca la dirección de Providence (1977), sobre la realidad y la fantasía a partir del trabajo creativo de un escritor, en donde se proyectan constantemente sus filias y sus fobias; de producción y guión británico y estrenada en Inglaterra una vez fue galardonada en Francia y EE.UU.

La primera película de Louis Malle dentro de la década fue El soplo al corazón, con el sexo y la literatura como temas principales, y considerada por el autor como un título autobiográfico. Con Lacombe Lucien (1973) Malle introduce el tema del colaboracionismo en la Segunda Guerra Mundial, que no había sido tratado en el cine francés antes y que generó bastante polémica. La pequeña fue su primera película en inglés, la cual se adentraba en la prostitución infantil a través del personaje interpretado por Brooke Shields.

Por su parte, Eric Rohmer, reforzaba la circunstancia de que su cine no iba dirigido al gran público. Este ofrece una serie de meditaciones sobre la vida que no se encuentran en ningún otro autor francés, y un ejemplo de ello es su obra El amor después del mediodía, el sexto de sus “Cuentos morales”, cuyo tema central es la toma de decisiones que hay que tomar ante la vida.

Cerrando el grupo de los directores de la Nouvelle Vague, se encuentran: Philippe de Broca y Claude Lelouch. Para Broca la década de los setenta no fue generosa con sus títulos, sobre todo desde la crítica. Como ejemplo del inicio de su decadencia están: Cómo destruir al más famoso agente secreto o Mi querida comisario, mucho más ingeniosa que la primera.

Para Lelouch la década de los setenta es un tanto irregular. Junto a El canalla (1970), con una intriga inteligente y una ingeniosa utilización de la elipsis temporal, se sitúa Una dama y un brivón, con un par de escenas memorables y otras muchas prescindibles, para terminar su actividad como director con un título desacertado, por unos personajes que no se ajustan a las expectativas de sus diálogos: ¡Si empezara otra vez!.

Entre los sucesores de la generación de la Nouvelle vague se encuentra Maurice Pialat, en cuyo filme L’enfance nue la adopción, la adaptación y los problemas de infancia fueron los temas principales, además el director aprovecha la desubicación del niño protagonista que pasa por distintas familias de acogida, para explicar la rebeldía como elemento necesario para definir la propia identidad. Pialat se centró en un cine de personajes donde su interés principal es la humanidad de los protagonistas.

También Bertrand Tavernier se encuentra en este apartado. Su debut cinematográfico tuvo lugar con El relojero de Saint Paul, pero el verdadero acierto narrativo y de desarrollo de personajes se halla en Dos inquilinos (1977).

En el grupo de directores surgidos tras la nouvelle vague hay que mencionar, igualmente, a Jean Eustache, quizás el más revulsivo de los directores franceses de la década. Este fichó a Jean-Pierre Léaud para protagonizar La mamá y la puta, un filme de cuatro horas de metraje, que analiza al hombre del momento, sumergido en el desencanto y la decepción. Los personajes de la historia representan la imagen de una generación surgida de mayo del 68 que ha comprobado que muchos ideales se han desvanecido.

Una vez abolida la censura en 1967, comenzaron a desarrollarse dos vertientes cinematográficas dispares. Por un lado apareció el cine pornográfico o cine “X”. Emmanuelle (1973) es lo más representativo del intento y también un ejemplo de la decadencia de este tipo de producciones.

La segunda vertiente temática sería el cine militante. Entre los impulsores se encontraban las siguientes mujeres directoras: Yannick Bellon, con La mujer de Juan, Diane Kurys con Colegialas adolescentes o Coline Serreau, con ¿Por qué no?. aunque la vía más popular de este cine tiene lugar en los thrillers políticos de Costa-Gavras, que intentó mentalizar al gran público, a través de un cine más político, de las injusticias y la represión. Este, denunciará al comunismo en La confesión, en Estado de sitio saca a la luz las torturas de los militantes de izquierdas en Uruguay, y con Sección Especial se arriesga contra el gobierno de Vichy.

Jean-Luc Godard también abandonó las estructuras tradicionales del cine burgués para empezar con el cine-guerrilla, de militancia marxista-leninista. En esta etapa rodó One plus one (1969) y Vento dell’Este (1969). Más adelante crearía el Colectivo Dziga Vértov, responsable de su siguientes películas militantes: Lotte in Italia (1969), Pradva (1969) y Vladimir et Rosa (1970). Estas películas marginales no se incluían en los canales de distribución-exhibición, por lo que tenían escasa capacidad de influencia social. Entonces, adoptó la decisión de un retorno a la industria con Todo va bien (1972).

Al grupo de la temática militante pertenecerían también títulos que intentaban cierta repercusión histórica, como es el caso de Avoir 20 ans dans les Aurés de René Vautier, con un mensaje pacifista detrás.

Francia desarrolló una política proteccionista, apoyada por los gobiernos, que defendía su industria audiovisual; esto se debe al desafío comercial planteado por la televisión y las multinacionales de EEUU. El Ministerio de Cultura articuló un sistema de subvenciones anticipadas para el cine francés y retornaron a los realizadores valiosos que estaban inactivos como Jacques Demy o Agnès Varda.

. También nos encontramos con la protección del cine de autor. Por otra parte, se utilizaba con frecuencia el “cine de cámara”, caracterizado por incluir con pocos personajes enfrentados a situaciones simples (La lectrice, 1988, de Michel Deville).


ITALIA

En los años setenta, los Estudios Cinecittà se convirtieron en el principal centro de producción de Italia e internacional. Durante esta época el cine italiano comienza a sufrir importantes cambios. Ahora su supervivencia depende en gran medida del mercado internacional, y el cine italiano comienza a desdibujar su identidad a través de un proceso de globalización creativa. Pero, por otro lado, el carácter italiano se seguirá manteniendo en dos vertientes desarrolladas a través de: el cine político, explorador de los estragos de la mafia y el terrorismo; y, del cine histórico que revisa el legado del Fascismo.

Este periodo tuvo muy diversos protagonistas. Bernardo Bertolucci aborda El conformista, donde encontramos el discurso contra los gobiernos totalitarios ; y

Federico Fellini por su parte recoge en Amarcord la esencia de sus fabulosos personajes y escenarios enmarcados por la Italia fascista de principios de los años treinta. Ambos directores utilizan fórmulas para hacer pensar al público sobre la memoria histórica y reivindicando la misión discursiva del cine.

De Federico Fellini cabe destacar que se adentra también en un universo particular, poblado por personajes grotescos e historias que se mueven entre la realidad y la pesadilla, pero cuya meta es también la crítica social.

Respecto a Bertolucci, es importante subrayar que aunque el reconocimiento le llegase con El conformista, uno de sus trabajos más certeros, sin embargo fue El último tango en París la que le proporcionó un éxito de taquilla en todo el mundo, respaldado por la presencia de Marlon Brando en el reparto.

Vittorio De Sica aporta una temática de crítica social fundamentalmente pesimista en su análisis contra las injusticias entre clases. Sin embargo, destaca con Los girasoles, más cercano al drama romántico y protagonizado por Sofía Loren y Marcello Mastroianni, basada en una historia real.

De Luchino Visconti en esta década destacan Muerte en Venecia visión de la juventud y la belleza a través de los ojos de un compositor. Pero el éxito de este título no fue repetido por el siguiente, Luis II de Baviera, el rey loco. Ni Europa ni EEUU lidiaron bien con la temática de la película, la locura y la homosexualidad, y con las tres horas de duración. Aunque, con el tiempo, la película se convertiría en una obra de culto por un público minoritario. Visconti dirigirá Confidencias y El inocente ,los dos últimos trabajos de su carrera, en esta década y desde una silla de ruedas, afectado de una enfermedad coronaria.

Buscando la provocación con la sucesión de escenas lascivas y escatológicas, Pier Paolo Pasolini dirige El decamerón y Saló o los 120 días de Sodoma, que consiguieron estrenarse en muy pocas salas.

Italia proporciona en la década de los sesenta su propia visión sobre el cine de terror a través del denominado Giallo (amarillo). El precedente de este tipo de historias lo encontramos en la obra de Mario Bava, que en esta década firma Cinco muñecas para la luna de agosto y El diablo se lleva a los muertos.

Lucio Fulci quizá sea el director más prolífico unido al género, en esta década. Para muchos fue el creador del gore, y se especializó en el terror fantástico, la repulsión y los delirios sorprendentes.Entre sus títulos más destacables dentro de la década están: Angustia de silencio o Nueva York bajo el terror de los zombis. Dario Argento destaca dentro del género por la exhibición de una violencia a la que el público no estaba acostumbrado, con el abuso de sangre y masacres y la proliferación de guiones tan retorcidos, como se puede ver en El gato de nueve colas. Esta truculencia visual será secundada por Ruggero Deodato en Mundo caníbal y Holocausto caníbal.

El cine político en el caso italiano contará con distintas divisiones temáticas y una narrativa más cercana al cine americano.

  • Gillo Pontecorvo muestra un claro discurso anticolonialista en La batalla de Argel.

  • Francesco Maselli en Letera aperta a un giornale della sera, especula con una brigada internacional que habría podido intervenir en la guerra de Vietnam.

  • Giuliano Montaldo nos muestra un retrato de la represión contra los inmigrantes en Sacco y Vanzetti.

  • Por otra parte, Damiano Damiani se centra en la problemática de la mafia siciliana en Confesiones de un comisario, al igual que lo hace Giuseppe Ferrara en Il sasso in boca. Francesco Rosi ahonda también en las dos mafias existentes, la italiana y la norteamericana, en títulos como Lucky Luciano.

  • Por último, cabe señalar a Elio Petri, quien dirige Investigación sobre un ciudadano libre de toda sospecha, sobre el sistema público y la crudeza de los conflictos sociales de fondo, que obtuvo un Óscar a la mejor película extranjera.

Al frente de la ruptura vanguardística tenemos a Carmelo Brene, autor de Don Giovanni (1970) y Salomé (1972). En el cine marxista militante tenemos a los hermanos Paolo y Vittorio Taviani con ¡No estoy solo! (1971) y Allonsanfan (1974).

De Liliana Cavani, una directora muy personal y, por momentos, transgresora, destacamos en esta década su película Portero de noche (erotismo tortuoso y masoquista), en la que aprovechó la desnutrición y perversión del Holocausto para unir a dos personajes enfermizos, prisionera y carcelero. El público de la década quedaría conmocionado por todos los atrevimientos de la película.

Entre mediados de los sesenta y finales de los setenta se produjeron en torno a 400 spaghetti western. Dentro de esta década, destaca la trilogía de Enzo Barboni y los actores Bud Spencer y Terence Hill: Le llamaban Trinidad, Le seguían llamando Trinidad e Y después le llamaron el magnífico.

A finales de la década surge un nuevo tipo de comedia italiana, con un germen sociopolítico. En esta comedia los directores, actores y guionistas, en ocasiones desempeñan varias funciones en la misma película. Entre los pioneros destacan Roberto Benigni como guionista en la película Berlinguer ti volglio bene, de Giuseppe Bertolucci o Nanni Moretti con Ecce bombo.

En el cine italiano los directores clásicos buscan encontrar un hueco entre la abundante producción que intenta renovar estilos. Es lo que le sucede a Ermanno Olmi con El oficio de las armas, un filme ejemplar, bien construido, o a Bernardo Bertolucci con Soñadores (2003), una obra inteligente que encierra una reflexión profunda sobre la revolución cultural que apenas existió desvaneciéndose casi al instante falta de recursos y una mirada atrás a los años 60 y como estos marcaron a la sociedad.

Durante esta etapa algunos directores italianos van llegando a otros países con sus filmes consiguiendo ser arropados por la crítica y logrando una notable taquilla además de algún que otro premio. Manuale d’ amore (2005) de Giovanni Veronesi atrajo al espectador con una comedia fresca e ingeniosa. Fue superada por Manuale d’ amore 2, corregido y aumentado (2007). La comedia italiana sufre intentos de renovación con películas como Vacaciones de ferragosto (2008) de Gianni di Gregorio donde se ofrece una visión tierna de sus personajes en una disparatada historia de encuentros y desencuentros cotidianos.

Serán fundamentalmente Paolo Sorrentino y Matteo Garrone los abanderados de las nuevas propuestas de este cine gracias a un trabajo con fuerte personalidad, identidad, autoría y discurso propio. En Las consecuencias del amor (2006), Sorrentino plantea una poética reflexión sobre la vida y el amor que a veces se evapora en la frialdad de su propia puesta en escena, lo que no quita interés al conjunto de la obra. Es director se muestra más comprometido con Il Divo (2008), retrato despiadado de la política italiana contemporánea en la piel de Andreotti, líder de la Democracia Cristiana.

Se observa cómo el cine italiano del momento reflexiona como nunca sobre su pasado cuestionando el presente, eso es precisamente lo que hace también la cinta de Garrone titulada Gomorra (2008) basada en una novela de Roberto Saviano manifiesta como la camorra es, efectivamente, un imperio económico del que es imposible escapar. El submundo de la mafia italiana es mostrado tejiendo cinco historias basadas en personajes reales.

Pero también tiende a centrarse en las historias humanas que surgen por doquier con el fin de profundizar en las vidas que caminan por el campo o la ciudad descubriendo otras realidades. Son tramas que, con mayor o menor acierto, se plasman en Respiro (2002) de Emanuele Crialese, No tengo miedo (2002) de Gabriele Slavatores, Caterina se va a Roma (2003) de Paolo Virzi, o Riparo (2007) de Marco Simon Puccioni.


ALEMANIA

El cine alemán fue el que tuvo la mayor inventiva y creatividad, y los nuevos cineastas fueron protegidos por la televisión estatal, abocada a una decidida política proteccionista del “cine de autor”.

Los principales representantes del Nuevo Cine Alemán en los setenta serán: Volker Schlöndorff, Rainer Werner Fassbinder; que fue el director símbolo del renacer cinematográfico alemán, Werner Herzog y Wim Wenders. Su principal discurso es el rechazo del cine comercial alemán, debido a que identificaban el cine comercial de postguerra con el Nacionalsocialismo. Estos sentían, además, especial rechazo hacia los directores que habían comenzado su carrera durante el III Reich y hacia la contratación de actores y actrices alemanas conocidos para el gran público. La temática del Nuevo Cine Alemán comparte intereses sociales, con personajes de clase media o baja, desfavorecidos o fuera de la ley, que pueblan los títulos de los setenta.

Wim Wenders desarrolla una temática que explora la incomunicación, los conflictos familiares o la búsqueda personal. En El miedo del portero ante el penalty desarrolla una fábula que aprovecha el deporte para explicar la condición humana. Con la road movie Alicia en las ciudades aborda su temática favorita: el viaje iniciático. Y, haciendo homenaje a la narrativa estadounidense rueda El amigo americano, un filme intenso, ágil, vibrante, sorprendente y rotundo en sus planteamientos narrativos.

Los melodramas de Douglas Sirk influyeron en el cine de Fassbinder, en títulos como Todos nos llamamos Alí, con el que conseguiría gran éxito, optando por el realismo y el discurso contra el racismo.

El interés fundamental de Fassbinder en sus historias era la exploración del comportamiento humano, en películas como El mercader de las cuatro estaciones. En La ley del más fuerte se compromete especialmente con su condición de homosexual, donde los personajes parecen incapaces de escapar de un destino gris. Otras películas significativas del autor son: Las amargas lágrimas de Petra von Kant (1972), Viaje a la felicidad de mamá Kusters (1975) Desesperación (1977), La ansiedad de Veronika Voss (1982) o El matrimonio de María Braun (1978)

Werner Herzog se interesó en el estudio de personajes singulares, marginados o excepcionales, poseídos por sus instintos, y alcanzó el éxito en el mercado internacional con Aguirre, la cólera de Dios. Gran parte de la historia fue improvisada debido a las dificultades de rodaje en la selva. El filme es atrevido y convincente, y la cámara pasa a ser un elemento de lucha con la que arrastra de lleno al espectador. El enigma de Kaspar Hauser, es otra obra muy interesante basada en la historia real de un hombre que apareció repentinamente en el Nuremberg de 1928, apenas capaz de hablar o andar. Con Nosferatu, el vampiro de la noche quiso rendir homenaje a la joya del expresionismo alemán dirigida por W.F. Murnau en 1922. En ella repetía con Klaus Kinski, su actor fetiche.

Mientras tanto, Volker Schlöndorff se convierte en el director más reconocido de la década. La película con la que sin duda se hace con el reconocimiento en el mercado internacional fue El tambor de hojalata (1979). Es una historia compleja sobre un niño que no quiere crecer para no parecerse a los adultos, que encierra una reflexión sobre el III Reich. Esta es la primera película alemana en ganar un Oscar a la mejor película extranjera.

Cabe destacar que el nombre del director se convirtió en una marca unificada bajo la denominación de Nuevo Cine Alemán y que la falta de éxito comercial se compensaba por su valor artístico, que era premiado y reconocido por la crítica.

El cine alemán se construye sobre la coproducción y algunas notables películas que alcanzan proyección internacional gracias a la eficacia de la historia y la contundente narración. Es lo que sucede con Good Bye, Lenin! (2003) de Wolfgang Becker, una excelente comedia construida sobre la reacción de una familia que intenta ocultar a la madre que, mientras estuvo en coma, el muro de Berlín ha desaparecido. Por su parte El hundimiento (2004) se acerca a los últimos días de Hitler, encerrado mientras la ciudad se cae. No estará a la altura, aunque llame la atención de numeroso público La realmente verdadera verdad sobre Adolf Hitler (2007) de Dani Levy.

Otras dos películas destacables son: La vida de los otros (2006) de Florian Henckel, en la cual Ulrich Mühe recibe un Oscar y numerosos premios por la brillante interpretación como el capitán Gerd Wiesler. Y La Ola (2008) de Dennis Gansel.

Caroline Link, había mostrado su buena capacidad narrativa ya en Más allá el silencio (1996) y vuelve a hacerlo en En un lugar de África (2001), adentrándose en el holocausto nazi desde una perspectiva diferente pero comprometida con el sentimiento de aquellos que no saben realmente dónde están. Película que consigue el Oscar a mejor filme extranjero. Otra obra con la misma temática fue Sophie Scholl, los últimos días (2005) de Marc Rothemund, sobre los jóvenes estudiantes que fueron miembros de la organización ‘‘Rosa Blanca’’, que promovió la resistencia contra el nacionalsocialismo hasta que sus miembros fueron condenados a muerte y cárcel por traición.

Uno de los directores más internacionales fue Michael Haneke que retrata una sociedad violenta sin estilizaciones más que las provocadas por su manera de narrar. Debuta en la década con la coproducción Código Desconocido (2000). El éxito internacional le llega con el filme francés La Pianista (2001), tórrido retrato de una profesora de piano con tendencias masoquistas. Destacan otras de sus películas como Caché: escondido (2005) y Funny Games. En esta última, un thriller psicológico, macabro y angustioso, resume en virtuoso plano secuencia de diez minutos toda la fascinación que produce la violencia a un espectador insensibilizado. De vuelta a su país dirige uno de los filmes más importantes de finales de la década: La cinta blanca (2009), en la que entra de lleno en el compromiso formal, encerrando al espectador en la época, en un historia dura, contundente, construida sobre las miradas, los silencios, el fondo oscuro de una cotidianeidad en constante entredicho.

Otros filmes destacables sería Lutero (2003) de Eric Trill y el drama Partículas elementales (2006) de Oskar Roehler.


REINO UNIDO

El cine británico figuró entre los más gravemente afectados por la crisis comercial y por la colonización cultural norteamericana, que convirtió sus instalaciones industriales en un gigantesco plató del cine de EEUU, beneficiándose de la comunidad idiomática y de sus competentes expertos en efectos especiales.

A pesar de que a comienzos de los años setenta, la taquilla británica y el número de salas disponibles había descendido, surgieron propuestas expresivas y culturales muy interesantes. Además, la media de edad del público estaba comenzando a subir y las salas comenzaban a ajustarse a la realidad reduciendo espacio, además, ofrecían una oferta más variada tanto de programación como de formatos de proyección.

La NFFC (National Film Finance Corporation), una de las entidades financieras más antiguas del cine británico, en esta década cambió el concepto de financiación “a fondo perdido”, por otro en el que se devolvería un 75% del dinero obtenido por los distribuidores a los inversores, hasta que éstos hubieran recuperado 1,35 veces su inversión, y una vez traspasado el umbral, se quedarían con el 50%, un 25% para los productores y el otro 25% a los distribuidores.

En este momento se desarrollan los movimientos Co-op, que seguían una postura radical, intentando independizarse tanto de la estética vigente como de la práctica institucional. Malcolm Le Grice, Peter Gidal y William Kaban desarrollaron un cine preocupado por las propiedades de la película.

Con este panorama, el cine inglés de los setenta va a continuar dividido. Por un lado, directores que trabajaban para el cine estadounidense o participaban en coproducciones de mayor presupuesto (Ej. John Boorman); por otro, los que conservaban una iniciativa más europea y que conformarán la identidad del cine británico.

El director, productor y guionista Robert Fuest fue uno de los primeros impulsores del cine británico de este periodo, quien hizo primero televisión dirigiendo algunos episodios de la serie Los Vengadores (1968-1969), hasta que pasa al cine con El abominable Dr. Phibes, protagonizada por Vincent Price como un médico enloquecido y desfigurado que pretende vengar la muerte de su esposa. A esta le seguirá la secuela, El retorno de Dr. Phibes, con la que el director consiguió la Medalla de Oro en el Festival de Sitges. En esta misma década el director volvería a hacerse cargo de un par de episodios de la serie Los nuevos vengadores (1976).

Las adaptaciones estarán muy presentes en la ficción británica,sobre todo los clásicos de la literatura, un ejemplo de ello es la adaptación de Jane Eyre (1970), de Delbert Mann.

Hay que tener en cuenta que el teatro británico ha sido y es una fuente inagotable para su cinematografía. De esta década podemos destacar la película Entertaining Mr. Sloane, de Douglas Hickox, basada en la obra de Joe Orton, cuya trama se ve inmersa en el asesinato, la ninfomanía, la homosexualidad y el sadismo, bajo un característico humor negro británico. También es destacable la versión de la obra de Peter Medak La clase dirigente, dirigida por Peter Barnes y protagonizada por Peter O’Toole, nominado al Oscar al mejor actor y ganador del premio National Board of Review, conjuntamente por su papel en El hombre de la Mancha, de Arthur HIller.

Otras grandes producciones de la década también provienen de la inspiración literaria, como La hija de Ryan, de David Lean, inspirada en “Madame Bovary”, la cual fue un fracaso en el momento de su estreno. En cambio, y unida también a las fuentes literarias, destaca La vida privada de Sherlock Holmes, de Billy Wilder, cuyo ingenioso guión y sentido del humor de su director hacen una versión única de la figura literaria de Holmes.

El cine británico también se basa en la Historia nacional. Este es el caso de la película Cromwell de Ken Hughes, que dura 3 horas y narra las diferencias parlamentarias entre el rey Carlos I de Inglaterra y el Lord Protector Oliver Cromwell. Esta obtuvo el Oscar al mejor diseño de vestuario dada la habilidad del cine británico para recrear la ambientación. Otro de los retratos históricos más interesantes de la época es El último valle, de James Clavell; adaptación de la novela homónima de J.B. Pick.

Por otra parte en esta época se consolida también un grupo clave para la comedia británica moderna; los Monty Python, formado por: los británicos John Cleese,Eric Idle,Graham Chapman,Michael Palin,Terry Jones y el estadounidense Terry Gilliam, que desembarcaron en el cine con el título Se armó la gorda, de Ian MacNaughton. A las que le seguirían, en esta década, Los caballeros de la mesa cuadrada, de Terry Gilliam y Terry Jones, y La vida de Brian, de Terry Jones, que tardó en estrenarse 8 años en Irlanda por ser tachada de blasfema. Cabe destacar que George Harrison (de The Beatles) fue uno de los productores de la película. La parodia, el humor corrosivo, absurdo e irreverente se convierte en la esencia de su cine.

Destacar también que en estos años 70 hubo un intento importante de organizar el aprendizaje en torno a la creación cinematográfica. En 1971 se inauguró la National Film School, que desde el punto de vista de la creatividad comenzaría a dar sus frutos a mediados de la década, apoyada por el BFI (British Film Institute), cuyo Fondo de Cine Experimental ayudaba a jóvenes cineastas con pequeñas subvenciones. Este fue el caso de Barney Platts-Mills, quien dirigió siendo aún joven; Private Road, un título arriesgado para la moral británica, que le valió al director el Leopardo de Oro en el Festival de Locarno.

Además en los 70 la BBFC (British Board of Film Classification) advertía, como tradicionalmente, de lo adecuado o no de la exhibición de los títulos, y era prácticamente imposible estrenar comercialmente una película sin el certificado de la BBFC. Las temáticas más vigiladas eran las que tenían que ver con las relaciones entre claves sociales, las relaciones sexuales, la religión y los asuntos internacionales. Pero, en 1975, se introdujo una nueva ley denominada Obscene Publications Act, que permitía defender las temáticas tratadas.

A pesar de estos ajustes, la industria cinematográfica británica se enfrentó a una importante crisis. El gobierno del conservador Edward Heath tuvo que lidiar con un creciente número de sex cinemas, con el quebrantamiento de Estudios prósperos como los Shepperton o la desaparición de las instalaciones británicas MGM. Fueron los Estudios Elstree quienes subsistirían gracias a la utilización de sus instalaciones por parte de George Lucas, para La guerra de las galaxias,y de Steven Spielberg, para el rodaje de En busca del arca perdida.

De hecho, e 1976 hasta los Estudios Pinewood sufrían la crisis. La producción de Moonraker (1979), de Lewis Gilbert, de los estudios Pinewood se trasladaría a estudios parisinos, pero, al final, las dificultades para rodar fuera de Gran Bretaña volverían a traer al país las producciones y allí se rodarían otras películas de James Bond.

Durante la década, el productor independiente más importante fue Sir David Puttnam y entre sus mayores logros dentro de la década están la producción de dos películas dirigidas por Alan Parker: Bugsy Malone (1976), un musical con temática de gángsters protagonizado por un reparto íntegramente infantil y El expreso de medianoche, un relato autobiográfico sobre el tiempo vivido por Billy Hayes en una prisión turca, que obtuvo el Oscar al mejor guión y a la mejor banda sonora original.

Encontramos también durante esta década los primeros ejercicios de Peter Greenaway, un director que explora un lenguaje muy personal en sus obras, como es el caso de H is for House (1973) con su uso de la disociación entre la imagen y la música para apoyar el concepto de irrealidad del lenguaje cinematográfico. Este muestra su compromiso con la causa sudafricana a través de Ventanas, donde hace una reflexión sobre las estadísticas de las muertes de prisioneros políticos. Además, los cortometrajes y documentales que rueda entre 1975 y 1978 van labrándole una reputación como narrador excéntrico y virtuoso del manejo de la imagen, ejemplo de estos son: Water (1975), Dear Phone (1977) o A walk Through H (1978), con los que conseguirá la proyección y reconocimiento internacional. Su primer largometraje, The Falls (1980), tardaría tres años en ser terminado y otro dos en estrenarse. Pero, este periodo cinematográfico donde sienta las bases de su peculiar cinematografía, culminaría para el conocimiento internacional con el estreno de El contrato del dibujante (1982).

Ken Russel supone un revulsivo visual para el cine europeo. Su cine es un compendio de arte y expresividad y de creación sin límites. Se adentra en el mundo del cine con French Dressing, que tendría una existencia comercial efímera, y alcanzaría su notoriedad internacional con Mujeres enamoradas (1969), adentrándose en territorios más provocadores y controvertidos. La pasión de vivir (1971), La sombra del pasado (1974), Lisztomanía (1975) y Tommy (1975) son alguno de sus trabajamos más excesivos y sin duda originales , muy russellianos desde su exageración. En esta misma línea aborda Los demonios (1971), una historia de religión, erotismo y violencia en tiempos de la Inquisición francesa, y El mesías salvaje (1972), una historia real sobre las relaciones entre un escultor francés y una escritora polaca que le dobla la edad, poco antes de tener lugar la Gran Guerra.

El trabajo de Russell se puede vincular a cada una de las películas que tuvieron sus desencuentros sociales e influenciaron los movimientos juveniles de los setenta. Por un lado está Performance (1970) de Donald Cammell y Nicholas Roeg, una crítica al conservadurismo, la tradición británica y los momentos socio-económicos que se viven en la sociedad del momento; en este filme trabaja Mick Jagger, y como decía la publicidad de la misma “es una película que se adelanta diez años a su tiempo”. En otra línea, aunque vinculada a los acontecimientos sociales y musicales de la época, está Quadrophenia (1979), de Franc Roddman, película que surge a partir del disco editado por The Who y que busca enfrentar el movimiento mod de los sesenta con la anarquía punk de los setenta, con un estilo visual muy logrado y una ambientación que define plenamente los estilos de las dos corrientes sociales, artísticas y musicales; en la película interviene Sting como jefe de la banda de los mod. Por último cabe destacar el trabajo del londinense Nicholas Roeg, con películas como El hombre que cayó a la Tierra (1976), en el que se adentra en un universo fantástico e insiste en la naturaleza como espacio narrativo y protagonista, con la intervención de David Bowie como protagonista.

El cine británico, por lo tanto, consigue abrirse paso a la década a pesar de que numerosas producciones estadounidenses bloqueaban sus estudios.

El cine británico continúa sustentado en la carrera personal de un grupo de directores que mantienen vivo el realismo social del que han hecho gala a lo largo de su historia. Realismo tanto sobre temas de rabiosa actualidad como aquellos otros que ayudan a comprender mucho mejor los momentos vividos por la sociedad desde perspectivas tan diversas como la educación, la familia, la emigración, la política. Son cineastas preocupados por el discurso y la reflexión. El más veterano es Ken Loach, el cual mantiene fiel su trayectoria y su ritmo de trabajo excesivo, lo que repercute en el resultado final de muchas de sus películas. Ofrece un lado más interesante con películas como Felices dieciséis (2002), una excelente visión del compromiso personal de un joven que quiere tirar para delante más allá de las dificultades que le rodean. O también en Buscando a Eric (2009), una historia sorprendente, plagada de momentos brillantes y muy entretenida. A partir de esta su estilo se vuelve repetitivo y crea otros títulos como La Cuadrilla, El viento que agita la cebada o Sólo un beso.

Otros directores prestigiosos eran: Stephen Frears que hace una doble incursión en el cine estadounidense con dos películas muy cuidadas: Alta fidelidad (2000) y Sin retorno (2000). Otras de sus obras son: Liam (2000), Negocios rotos (2002) y algunos retos como Mrs. Henderson presenta (2005), o películas frescas y sutiles como La reina (2006), galardonada con numerosos premios internacionales.

Mike Leigh también se adentra en temas del realismo social con Todo o nada (2002), y en El secreto de Vera Drake deja que al espectador atónito ante el mensaje que puede extraer de la vida de una honrada mujer que se dedica a ayudar a jóvenes que no pueden o quieren seguir con su embarazo. Pero más allá del realismo amargo, existe otro que atiende a las enseñanzas que una persona puede proporcionar a otra como en Happy: un cuento sobre la felicidad (2008) o Another year (2010).

Jim Sheridan ofrece en su película En América (2002) un retrato lleno de sensibilidad, emotivo y profundamente vivo de la historia de una familia irlandesa que se instala en un barrio complicado neoyorquino. Otros de sus filmes destacables son: Get Rich or Die Trying (2005) o el remake Brothers (2009), a partir del cual hace varios con soltura y eficacia.

También se adentra en el remake Neil Jordan con El buen ladrón (2002). En Desayuno en Plutón avanza en la visión de la sociedad británica girando en torno a una reflexión sobre los prejuicios. Sobre venganza es la reflexión en el caso de La extraña que hay en ti (2007)

El guionista y productor Richard Curtis sorprende en estos años con dos películas muy diferentes pero bien construidas: Love Actually (2003) y Radio encubierta (2009).

Danny Boyle realiza una valiente apuesta con Trainspotting (1996). Continúa su carrera con irregular acierto con filmes como: 28 días después (2002), Millones (2004) -supone un cambio completo en cuanto a sus trabajos anteriores- y Sunshine-Alerta Solar (2007), con la que vuelve a fondear el género de la ciencia ficción.


Es Slumdog millionaire (2008), codirigida con Loveleen Tandan, la película que se convierte en un fenómeno público y consigue, además de ocho Oscar, multitud de premios internacionales. Y es que lo que aparentemente podía ser una historia amable y ligera, deja ver en su trasfondo unas vidas marcadas por la pobreza y la situación de un país sumido en el caos social y la involución.


PAÍSES NÓRDICOS


IRLANDA

Los hechos reales inundan el cine irlandés: analiza los métodos educativos de un reformatorio en Los niños de San Judas (2003) de Aisling Walsh y el trato que recibían los jóvenes que ingresaban en los conventos regentados por las monjas de la Misericordia en Las hermanas de la Magdalena (2002) de Peter Mullan. Las dos películas son una denuncia que intenta remover las conciencias de aquellos que aceptaban los hechos por venir de la Iglesia Católica.

Stephen Daldry afronta en Billy Elliot (2000) una historia realista, de fondo dramático pero con grandes dosis de comedia. Peter Webber hace lo mismo con La joven de la perla (2003) y Shane Meadows, director preocupado por los temas sociales, construye en This in England (2007) un compleja historia sobre un niño desvalido que es adoptado por una banda de cabezas rapadas.

Michael Winterbottom no se limita en su línea temática e invade territorios como el western en El perdón (2000) o otros ámbitos como en 24 Hour Party People (2002) y en In This World (2002), donde trata de forma realista y ejemplar el tema de la emigración. También destaca Camino a Guantánamo (2006). Los relatos futuristas como Código 46 (2003) no despertaron gran interés.


DINAMARCA

El cine danés tiene en Von Trier a su director más internacional, aunque también llegan a las pantallas de medio mundo las películas de directoras como Susanne Bier y Liv Ullman.

El trabajo de Trier se mantiene entre la controversia y el ejercicio virtuoso. Una de sus obras excepcionales es Bailar en la oscuridad (2000). Otras que sobresalen son: Dogville (2003) y Manderlay (2005). En las que ofrece su particular ‘‘visión’’ de América. El comportamiento humano es también el eje en el que se mueve la original pieza titulada Cinco condiciones (2004). Esto se repite en El jefe de todo esto (2006) que bajo el aspecto de una disparatada comedia, esconde una irónica farsa de la catadura moral del ser humano. Con Anticristo (2009) elabora un thriller psicológico para mostrar el drama de una pareja que huye a una cabaña aislada como terapia para superar la reciente muerte de su hijo.

Susanne Bier sigue el modelo dogma al realizar su película Te quiero para siempre (2002), en la que profundiza sobre las relaciones, la tragedia, la adversidad, la fidelidad… Dirige Hermanos 2004), un drama muy intenso y complejo. Con Después de la boda (2006) mantiene su interés por los conflictos familiares y la acción del destino. El éxito de esta directora le lleva a Hollywood en donde comienza una nueva etapa de su carrera con Cosas que perdimos en el fuego (2007).


SUECIA

La década de los setenta fue una década prolífica para el director sueco Ingmar Bergman, quien pasaría a ser reconocido internacionalmente con su obra Gritos y susurros, que narraba la historia de una mujer joven enferma de cáncer. También fue muy interesante su adaptación de La flauta mágica. En Cara a cara, al desnudo insistió en sus temas habituales: la vida, la muerte y el amor, con ciertos tintes autobiográficos. Su último título dentro de la década fue Sonata de otoño, protagonizada por la actriz Ingrid Bergman.

Este acentuó también su rigor ético y su depuración formal en las siguientes películas: Vargtimmen (La hora del lobo, 1969), La vergüenza (1967), Riten (El rito, 1968), Pasión (1969), Secretos de un matrimonio (1973) o Fanny y Alexander (1983).

Bo Widerberg, por su parte, realizó Adalen 31 (1931) y Joe Hill (1977). Vilgot Sjöman, tras el incestuoso Mi hermana, mi amor (1966), triunfó con el escándalo internacional suscitado por Yo soy curiosa (1967).

Mai Zetterling levantó también cierto escándalo con Juegos de noche (1966) y realizó luego Las chicas (1968).

Jan Troell se reveló con Los emigrantes (1969) y El Nuevo Mundo (1971), que formaban un díptico, para luego rodar el anti-western La esposa comprada (1973).

Procedente de la televisión llega Tomas Alfredson, director que irrumpe con sorprendente fuerza en el panorama internacional con Déjame entrar (2008), una película sobre el amor, la amistad, extrañas desapariciones y misteriosos vampiros recibidora de numerosos premios.


NORUEGA

El cine noruego en esta década se asocia a la ideología socialista, mostrando conflictos sociales, como en la película Streik! (1975) de Oddvar Bull Tuhus. En esta corriente social es lógico el desarrollo de documentales, como Kampen om Mardøla de Oddvar Einarson. En estos años se abren en Noruega paso las mujeres directoras como Anja Breien con Las esposas (1975).


FINLANDIA

Aki Kaurismäki dirige la coproducción Un hombre sin pasado (2002) donde aborda temas sociales de manera profunda y con sensibilidad.


OTROS


BÉLGICA

En la Bélgica de habla flamenca triunfó André Delvaux, que atrajo la atención de la crítica por sus exploraciones del subjetivismo humano, con El hombre del cráneo rasurado (1965), Una noche… un tren (1968), Cita en Bay (1971) y Bella (1973).

También Chantal Akerman fue la nueva revelación de esta cinematografía, con películas como Je, tu, il, elle (1974), un ejercicio narrativo extraño, o Los encuentros de Anna (1978)


SUIZA

En Suiza se da una encrucijada de todos los conformismos europeos, pero apareció desde finales de los años sesenta un movimiento cinematográfico que tendía hacia un examen crítico de la conducta social.

La cinematografía suiza tendrá en Alain Tanner y Claude Goretta a sus máximos representantes. Alain Tanner fue uno de sus impulsores con Charles, muerto o vivo (1969), La salamandra (1971), El regreso de África (1973) y El centro del mundo (1974), mientras que Claude Goretta aplicó su ironía al ritual social de La invitación (1973). Otra figura importante también ha sido Yves Yersin con la obra Las pequeñas fugas (1979).


URSS

El cine soviético retornó al refugio poco conflictivo del academicismo con adaptaciones de novelistas o dramaturgos del siglo anterior o con biografías de artistas. Ejemplo de esta actitud es la conformista biografía de Chaikowski (1970), de Igor V. Talankin. Las coproducciones con el extranjero fueron menudeando, para ampliar el área de sus operaciones comerciales, con títulos como Waterloo (1969), de Serguéi Bondarchuk, y La tienda roja (1969), rodada por Mijaíl Kalatozov. Entre los nuevos realizadores destacó Andréi Mijalkov-Konchalovski, autor de Dvorianskoie (Nido de nobles, 1969) y de Tío Vania (1971).

El año 1971 señaló uno de los puntos más críticos de la producción soviética moderna, al punto que en el Congreso del Sindicato de Cinematografistas se alzaron numerosas voces reclamando un retorno hacia los temas cotidianos, para que el cine fuera un testimonio de los problemas de cada día.

Dando claras muestras de estancamiento creativo, el cine soviético quiso emular a las superproducciones occidentales con la película-saga, en dos partes, Siberiada (1977-1979), de Andréi Mijalkov-Konchalovski. La asimilación de las fórmulas occidentales fue también visible en Moscú no cree en las lágrimas (1979) de Vladímir Menshov.

En Rusia encontramos en esta época la obra de Andrei Tarkovski, que siguió siendo el más interesante cineasta soviético. Destacan Solaris (1972), que fue una película que no logró, en un principio, tener una recepción importante en Europa, pero que se convertiría en un exponente del cine de autor dentro del género; El espejo (1974) y Stalker (1979). Tarkovski se empeñaba en crear su propio mundo relacionando de una manera muy singular el cine y el arte.

El director georgiano Otar Iosseliani concentró su producción en El canto del tordo (1970) y Sinfonía pastoral (1975). Otra figura importante fue Elem Klimov con películas como Masacre (1985).


BULGARIA

El mayor éxito en taquilla de la historia del cine búlgaro se produce con Cuerno de cabra (1972), de Metodi Andonov. Por otra parte, tanto novelistas, guionistas como dramaturgos ayudarían a crear una nueva corriente del cine búlgaro, comprometido con temas sociales y proyectándose con una gran acogida en festivales internacionales.


RUMANÍA

Desde Rumanía salta al panorama internacional el rumano Cristian Mungiu con 4 meses, 3 semanas y 2 días (2007), mirada trágica al aborto clandestino y los problemas familiares que se viven en el país bajo el mandato de Ceaucescu.


POLONIA

Andrzej Wajda se convirtió en la figura prominente. Este dirige El hombre de mármol (1977) , una profunda reflexión sobre el control, la corrupción, el abuso de poder y los principios morales colectivos e individuales. La película es una crítica al comunismo desde dentro y lo hace a partir de un falso documental. La película más premiada de su carrera es La tierra de la gran promesa (1974), sobre el surgimiento del capitalismo en la historia social del país en esos años. Cabe mencionar otras de sus películas como: Sin anestesia (1978), Las señoritas de Wilko (1979), Paisaje después de la batalla (1970), El bosque de abedules (1970), El hombre orquesta (1977) o El hombre de hierro (1981).

La vitalidad cinematográfica polaca la constituyó Krzysztof Zanussi, que atrajo el interés de la crítica desde sus primeros trabajos La estructura de cristal (1969), Zycie rodzinne (Vida de familia, 1970) e Iluminación (1972).


CHECOSLOVAQUIA

La crisis política afectó severamente al desarrollo de la cinematografía y determinó el exilio a Estados Unidos de Milos Forman y de Ivan Passer. Forman rodó allí Juventud sin esperanza (1971), mientras Passer rodó Born to Win (1971) en Nueva York.

En este periodo fue la animación la que gozó de mayor libertad. Directores como Adolf Born, Jaroslav Doubrava o Milos Macourek pudieron introducir en sus obras una crítica que hubiera sido imposible de desarrollar con imagen real.


HUNGRÍA

Miklós Jancsó hizo avanzar su obra a través de una depurada concepción del plano-secuencia: Csillagosok Katonnák (Estrellas, soldados, 1967), Csend és kiáltás (Silencio y grito, 1968) y Fényes szelekAh! Ça ira! (Vientos brillantes, 1968). Su estilo evoluciona en Téli Sirokkó (Siroco de invierno, 1969). Acentuó su carácter experimental con Egi bárány (Agus Dei, 1970) y La técnica e il rito (1971), coproducción con Italia.

A finales de la década el interés temático tornó hacia el retrato de la Hungría estalinista de los años cincuenta, ejemplo de ello son títulos como Angi Vera (1978) de Pal Gabor. Por un lado István Szabó despegaría internacionalmente con Mephisto (1981), una coproducción europea. Por otra parte es István Dárday quien inauguraría el género de docudrama con Jutalomutazás (1975). Otro director importante también han sido Peter Gothár .


YUGOSLAVIA

Dusan Makavejev, situado en el modernismo cinematográfico de la época, con W.R.: Los misterios del organismo (1971), se convertirá en uno de los directores más polémicos y controvertidos de la década. La película mezcla la experimentación documental de forma surrealista y aparecen continuamente imágenes de sexo explícito para provocar al espectador. En su mayoría, rechazaron este trabajo por provocador. Investigó también la estructura del retrato fílmico en Una historia sentimental o la tragedia de una empleada de teléfonos (1967) y en Nevinost bez zastile (Inocencia sin defensa, 1968). Los rasgos anarquistas de su producción se mostraron en Sweet Movie (1973).

Destacan, asimismo, directores nacidos en la antigua Yugoslavia como Emir Kusturico con La vida es un milagro (2004), Jasmila Zbanic con Grbavica: el secreto de Esma (2006), o Goran Paskaljevic con Optimistas (2006), películas premiadas, dramas que no solo miran hacia el fondo histórico del país sino, también, hacia el alma de sus ciudadanos.


PORTUGAL

Uno de los más destacados ha sido Manoel de Oliveira con películas como Amor de prediçao (1978) o Francisca (1981). Otra figura importante es Theo Angelopoulos, quien rueda O Thiassos (1975) o Megalexandros (1981).

Manoel de Oliveira insiste en contar historias que no aportan nada nuevo más allá de mantenerse en activo para la crítica europea, con películas como Palabra y utopía (2000), Vuelvo a casa (2001), y El principio de la incertidumbre (2002).


GRECIA

A principios de la década surge en Grecia el NEK, una nueva corriente que intenta desmarcarse del Antiguo Cine Griego o PEK. Los títulos que marcan el comienzo del movimiento son: Anaparastassi (1970) de Theo Angelopuolos,antes de esto hace crítica cinematográfica en la prensa y rueda un corto y un largo que deja inacabados, y Evdokia (1971) de Alexis Damianos. Los puntos que separaban al Nuevo Cine Griego de la corriente tradicional era: la temática social, la estética artística y experimental y el carácter de cooperación de la producción. Pero, finales de los setenta, el Nuevo Cine Griego ya era financiado por el Centro Cinematográfico Griego.

Otros directores como Mihalis Kakogiannis (Zorba, el griego, 1964) gozaron de una proyección más internacional.


RESTO DE EUROPA

En el resto de países europeos surgen aportaciones aisladas vinculadas a la coproducción internacional y a los éxitos en festivales que consiguen tener una mínima distribución gracias a los apoyos institucionales que garantizan una relativa circulación de dichos títulos especialmente por su calidad.


ANIMACIÓN

La animación europea es considerada una de las más vanguardistas e innovadoras en el panorama cinematográfico. De hecho, a lo largo de varias décadas del siglo XX han podido salir a la palestra auténticas obras maestras como 'El rey y el ruiseñor', dirigida en 1979 por Paul Grimault; o 'Alice', dirigida en 1988 por el checo Jan Svankmajer, uno de los filmes más aclamados dentro del surrealismo; ambas son consideradas obras maestras del séptimo arte.

En Europa se había explorado la animación desde los primeros días de cine.

En Bélgica la animación verían un beneficioso cambio a partir de los años 70, al introducir la financiación estatal. Raoul Servais se convierte en el animador más conocido en Bélgica. Ese intenta despegarse de los medios creativos de Disney e indagar en la originalidad. En 1976 crea el Centro Belga de Cine de Animación en Gante. Alguno de sus mejores títulos en la década son Pegasus (1973) y Harpya (1979).

En Checoslovaquia dos figuras destacan sobre las demás. Por un lado Jirí Trnka, y por otro Karel Zeman; ambos trataron por igual la animación con dibujos y con marionetas.

En Dinamarca, dentro de la década, Jannik Hastrup se dedica a la animación política, con Traellenes Oprør (1979), entre otras muchas.



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